¿QUÉ BENEFICIOS SE OBTIENEN AL MATRICULARSE EN UN TALLER LITERARIO?

Preguntas como esta, o tales como:
- ¿Es bueno matricularse en un taller literario?
- ¿Qué me aporta el matricularme en un taller literario?
- ¿Seguro que se puede aprender a escribir en un taller literario?

Preguntas similares y muchas más las he estado escuchando los últimos seis años, los que tiene de vida el taller.
A quienes me las hacían, bien por correo electrónico, bien por teléfono, traté de sacarles de dudas lo mejor que supe o pude.
He de decir que, como tallerista que fui durante más de ocho años en uno de los más antiguos aparecidos en la ciudad de Madrid, más dos cursos en una escuela de prestigio diré que:
1.- Los genios literarios, salvo muy raras excepciones no nacen, se hacen a base de esfuerzo y trabajo constante (al igual que cualquier trabajador en la disciplina que sea: para ser realmente bueno es preciso constancia y trabajo).
2.- En todas las universidades anglosajonas, los talleres literarios son una asignatura más en las facultades de letras.
3.- Cualquiera que sepa redactar medianamente bien, y que tenga inquietudes literarias, puede ser un magnífico alumno.
4.- A un taller literario hay que llegar con humildad y con el pensamiento de que se va a aprender, no creyéndose de entrada un Cervantes o mejor que el insigne alcalaíno porque será un pésimo alumno que no se dejará corregir, se aburrirá y entorpecerá las clases.
5.- Quizá este punto debí ponerlo en el 1º o 2º lugar. Escribir es: CORREGIR, CORREGIR, CORREGIR y CORREGIR, de tal modo que el texto quede pulido, tanto como una pista de patinaje por la que, el lector, deslice la vista y no se encuentre obstáculo alguno que le haga desechar la obra que tiene entre manos bien por aburrimiento, falta de comprensión, exceso de rimas...
6.- Y por último, para no aburrir como pongo más arriba, quien desee escribir, llegar a tener un estilo propio, debe leer mucho y bien, es decir: beber de los autores clásicos y contemporáneos pero no sólo ir a conocer el argumento, sino ver las figuras retóricas empleadas, el tono, el estilo, las formas de lenguaje... Es necesario hacer un estudio en profundidad e, incluso, intentar parecérsele (con los ejercicios de intertextualidad) y, cuando menos se lo espere, habrá llegado, si no a la cumbre, sí a empezar la escalada de esa montaña que, aunque parezca que no, se conseguirá con tesón.

Un saludo, Juana Castillo


sábado, 30 de mayo de 2009

IV Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" - Relatos Ganadores

Imagen obtenida en Internet
ÁNGEL SOLO
Isabel Fraile Hernando
1er. Premio en el IV Concurso de Relato breve “José Luis Gallego”


Hace frío como cualquier otra noche de invierno aunque ésta no sea una noche más. En la Avenida Principal el gentío espera. A la orden del alcalde centenares de bombillas se encienden. Queda inaugurado de forma oficial el periodo Navideño. Sonrisas, apretones de manos, y en el ambiente la sensación de estar encantados de conocerse a sí mismos. La gente se retira satisfecha como pavos reales. Por delante, casi un mes para desearse la consabida felicidad. Centros oficiales luciendo abetos recién cortados y algún belén ostentoso. Una línea demarca la ciudad. Un más-menos, apenas perceptible al principio. En los hogares del menos, más arbolitos, estos, artificiales. Otra vez la puesta en escena, como todos los años.
Desde la otra acera un hombre ha contemplado el acto. Se arrebuja en su anorak y retoma el camino. En sus oídos aún suena el eco de los últimos aplausos. No es alto ni bajo, ni flaco ni gordo, a todas luces pasa desapercibido, como uno de tantos seres de la gran ciudad. Una sombra más. Cerca de allí, la boca del metro engulle almas sin parar. Ángel Solo se encamina hacia el acceso cálido con una bolsa semivacía entre las manos. Hoy fue más lejos que de costumbre de lo que temporalmente utiliza como hogar. Dentro del vagón repasa la jornada, igual a tantas otras desde que se quedó sin trabajo hace ya… Al principio no se inquietó, en unos meses todo iba a ser normal de nuevo.
-Con el paro y los ahorros podré ir tirando, gracias que no me dio por despilfarrar.
Marzo, abril, mayo…, un mes tras otro y las cosas igual. Terminó el primer año, el segundo…, se acabó el paro, ahora sobrevive con un subsidio exiguo. Cumplir con el alquiler del piso fue más, cada vez más arduo, ¿resultado?, se vio en la calle.
El verano no le preocupa, come dos veces diarias en un comedor social, por las noches, el césped mullido de algún parque le sirve de improvisado colchón. El aseo corporal tampoco le pone en un brete, cuando lo necesita duerme en un hostal, se ducha y afeita, eso ocurre una vez por semana, todo lo que le permite el dinero que cobra. En los despachos parroquiales de Cáritas le solucionan el vestir. Qué paradoja, él, que no cree en Dios.
Ahora en invierno deambula por los andenes del metro, con un periódico de tirada gratuita bajo el brazo, finge tener un destino al que ir. Ángel no quiere renunciar a su dignidad..., la dignidad de hombre. Apenas quedan viajeros en el vagón, cuando la voz metálica anuncia el final de trayecto. Afuera, el aire gélido le provoca un escalofrío. Esa zona también cuenta con los adornos luminosos de las próximas fiestas. Al fondo de la calle, el Hospital, imponente, mastodóntico.
Ángel mira las ventanas. Son como un gran dominó. Se dirige hacia el centro sanitario mientras piensa en qué planta le toca pernoctar hoy. No está en la misma dos noches seguidas, llamaría la atención. En las salas de espera para familiares no hay nadie a esas horas, los acompañantes están a pie de cama junto a sus seres queridos. Discreto, pasa a ser invisible a los ojos de las escasas personas que encuentra en los pasillos. Desde las pequeñas salas no se pueden ver las puertas de las habitaciones, eso da la sensación de no estar en un lugar donde reina el dolor y la enfermedad.
-En cierto modo soy un enfermo, un apestado, alguien que no contribuye en la sociedad, el no ser útil, también se considera un mal.
El sillón de escay negro le abraza acogedor. Por primera vez en mucho tiempo se siente desfallecer.
-Son estas malditas fiestas.
Reposa la cabeza en el respaldo y se queda dormido.
-Señor, señor.
La vocecilla va acompañada de un leve tirón de manga. Al abrir los ojos se encuentra con otros ojos cerca de su rostro. Da un leve respingo y se incorpora.
-Señor, ronca usted muy fuerte.
El dueño de la vocecilla es un niño de unos ocho años. Viste el pijama típico de hospital. Sin querer, esa noche Ángel se ha instalado en la planta infantil.
-¿Qué haces aquí solo, no hay nadie contigo? -Es lo primero que se le ocurre preguntar al niño.
-Mi mamá se quedó dormida en la habitación, como tú, pero ella no ronca. Me he despertado, no tengo sueño, y como me encuentro ya bien, salí a dar un paseo. ¿Sabes? Me han operado de la barriga, tengo una cicatriz, la vi hoy cuando han venido a curarme. El médico le dijo a mamá que mañana nos podíamos ir a casa, me puse muy contento porque va a ser pronto Navidad. Me gusta mucho la Navidad, en casa ponemos un belén pequeñito, no tenemos muchas figuras todavía. Y tú… ¿Por qué estás aquí? ¿Quién tienes malo?
Hubiera contestado que el alma, pero el niño no lo habría entendido. Eso fue lo que le empujó a mentir para salvar la dignidad otra vez.
-Yo..., bueno, sí…, tengo una niña…, mi hija que está malita. Su mamá está con ella, por eso me quedo aquí durmiendo, no quiero dejar solas a ninguna de las dos -Se escuchaba… Sí, la historia parecía creíble.
-Ah, tu hija tiene suerte, yo no tengo papá... Se marchó al cielo cuando yo era pequeño. Ahora cuido de mamá, dice que soy el hombre de la casa.
Ángel sonríe, aquella criatura cuenta con más responsabilidad que él.
-Bueno, señor, me tengo que ir. Si se despierta mi madre, y no me ve, se puede asustar. Tal vez piense que le dejé sola… Usted no se preocupe, su niña se pondrá buena como yo porque pronto va a ser Navidad.
Ángel se queda mirando al pequeño mientras desaparece por el recodo del pasillo. Por un momento se ha sentido padre de una niña ingresada allí. Por un momento se sintió parte del engranaje. Eso, por un momento, porque mañana, a pesar de las cercanas fiestas, seguirá sosteniendo su dignidad con un periódico bajo el brazo, mientras vaga por los andenes del metro.

viernes, 29 de mayo de 2009

IV Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" - Relatos Ganadores

Memorial - Chile (Imagen obtenida en Internet)
AQUELLA FOTOGRAFÌA
Adriana-Cecilia Salcedo Jaramillo
2º premio, ex aequo, en el IV Concurso de Relato Breve “José Luis Gallego”

Tuve un amigo, quizás el más grande de los pocos que he tenido. Yo era jefe del departamento de diseño gráfico.
Su llegada fue realmente cómica, no se percató del pequeño peldaño de la entrada, y al tropezar con él se desparramó por el piso. Mis compañeros y yo soltamos risas maliciosas. Se levantó con agilidad e indiferente a las burlas; eran sus papeles regados los que importaban, tomándose no se cuanto tiempo en recogerlos, hoja por hoja, hasta juntarlos todos.
-Busco al Sr. José Luis.
Para entonces mi risa se había borrado, su personalidad me impuso respeto. Me presenté ante él algo más acogedor, como para borrar mi mofa. Con un apretón de manos tomamos asiento; al preguntarle en qué lo podía ayudar, me llamó aún más la atención, detrás de esos lentes de botella percibí dos chispazos que no cesaban de palpitar.
-Tal vez usted pueda poner en orden estas páginas... Son tres historias entrelazadas en una... eh... yo soy el autor, y... no cuento con mucho dinero, sólo quisiera un pequeño tiraje en blanco y negro.
Tomé esas doscientas veinte páginas, leí algo entre líneas y supe que lo que tenía en mis manos era un tesoro; absorto en su lenguaje le dije casi sin mirarlo.
-Déjemelas para echarles un vistazo... ¡ah! anota algún teléfono en la recepción -le ofrecí mi mano... él me la tomó con las dos, y se fue.
Esa mañana con su tarde y parte de la noche confirmé su validez, cada historia me guiaba a la otra sin respiro, ¡cuánta vida expresada en palabras silenciosas!... En canto y en verso narraba toda una vida, como si fuese la tierra adormecida, quien lo conducía al alma humana.
Al llegar al final, estaba su firma y su nombre, Raúl Andrade. Tenía sólo veintiocho años.
Esas páginas hicieron que el diseño del libro apareciera en mi imaginación sin trabajo alguno... Usaría tres colores en la portada, la que sería de tapa dura, el papel ahuesado…
Cuando llegué a casa con aquella obra en la mano, casi sin respirar se lo contaba a mi esposa, ella no la soltó hasta la mañana siguiente. Con el asombro dibujado en su piel quiso conocer aquel hombre, necesitaba conversar, dialogar sus palabras... ¡Invítalo a la casa, por favor!
Fue así como Raúl llegó un fin de semana a nuestra casa. Lo esperamos con una exquisita cazuela, devoró el plato sin levantar la cabeza ¡tenía hambre! Poco le importaba disimularlo, era despreocupado de tantas trivialidades; ya en el segundo plato empezamos a conversar.
Cuando terminamos de almorzar le di sus páginas transformadas en libro, sus inquietas manos lo tomaron como creyendo que era de otra persona, al mirarlo aludió a su elegancia, y al detenerse en el título "Tres historias en Una" de Raúl Andrade, el mundo se detuvo. Lentamente reaccionaba frente a la realización de su sueño, llevándoselo al pecho dijo: no puedo pagar esto amigos. Isabel respondió, no se puede pagar porque la creación no tiene precio, entre ellas este tomo; por lo menos acepta el regalo de ponerlo a la altura de tan magistral trabajo. Inclinando la cabeza su pelo largo rozó sus manos. ¡No tengo palabras!, ni siquiera me conocen, puedo ser hasta un delincuente y ustedes me acogen como a un caballero.
La tarde y la noche fueron nuestras, pusimos el alma enfrente de cada uno. Supimos que Raúl vivía o sobrevivía en la clandestinidad; nosotros, no sé por qué motivo, en esos largos años no fuimos dañados.
Era hijo único y sus padres trabajaban en el Sur. En varios encuentros conocimos a su pareja, ambos componían una misma melodía.
Tuve que parar el tiraje de "Tres historias en Una". Un desconocido me entregó un pequeño papel que decía: “Amigo mío aún no es tiempo. Raúl”.
Aquella nota me produjo una profunda angustia por mi ya hermano; pero estaba obligado a callar y a esperar.
Pasaron algunas semanas, había terminado mi jornada..., en la calle escuché a mis espaldas ¡no de te des vuelta, te veo en el bar "El Quijote" a cinco cuadras!...y desapareció. Era Raúl.
Ya en el establecimiento nos pudimos abrazar casi sin soltarnos. Su larga cabellera fue cambiada por un corte tajante y sus ropas desatentas por un terno avejentado. ¡Eran tiempos terribles!
"El Quijote" era un lugar seguro para ambos y para otros; el toque de queda nos pilló sin apuro. Simplemente cerraron las puertas, con nosotros adentro, y unos pocos más; en ese momento el bar fue nuestro hogar. Se apagaron las luces del local y unas tenues velas fueron testigos de toda una noche de hermandad. Con Raúl se podía reír, llorar, me cobijaba su mirada siempre palpitante. El vino hizo su trabajo y nosotros recitábamos versos de vida, de muerte, de intimidades nunca contadas. Nos desnudamos por completo.
El amanecer golpeó la puerta. Debíamos despedirnos, pasarían algunas semanas para reencontrarnos. Con la quietud por lo compartido apretamos nuestras manos, y en silencio nos abrazamos, sin palabra alguna lo vi alejarse... Al gran artista en su disfraz envejecido.
Pasaron las semanas,…y algunos años. Raúl no llegaba a tocar mi espalda; lo esperé sin descanso, hasta que un día... lo vi. ¡Dios mío!... En el pecho de una madre encanecida, sus senos generosos recostaban la foto de Raúl con su larga cabellera y sus ojos palpitantes detrás de sus lentes de botella. Aquella fotografía decía: ¡Mi Hijo! Raúl Andrade ¡Detenido desaparecido! Seguí por horas a esa madre ¡La mujer del Sur! Toqué su espalda... al darse vuelta vi en sus ojos a mi amigo hermano...No pude sacar palabras de mi garganta acalambrada... le di mi tarjeta y la abracé.
Tiempo atrás "Tres historias en una" habían tomado rumbo propio, fueron dos mil ejemplares, para luego repetir otros dos mil y seguir con más.
La madre del Sur llegó con la tarjeta algo gastada a mi oficina una tarde de lluvia, con la dignidad de los que sufren a carne abierta. Esta vez me salieron algunas palabras y con ellas pude contar pedazos de nuestra inseparable amistad, tomé sus manos y deposité la obra, el libro del hijo que había parido, y un sobre que contenía el dinero generado de la venta de tantos ejemplares y subrayo ejemplares, porque la obra, era Raúl ¡Amigo Hermano!.
Hasta entonces el misterio de no haber sido tocado por los terribles años me alcanzó y me sentí parte de los ¡Desaparecidos!, de las voces que aúllan por siempre su ausencia.
Fue un domingo cuando caminábamos con Isabel, en el parque Forestal. Callados..., con los rostros caídos. El cielo rompió sin aviso y la lluvia lloró con nosotros nuestra rabia, odio. Porque el odio se clava en las carnes y agrietan lo vivido, sin permitir el olvido.

jueves, 28 de mayo de 2009

IV Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" - Relatos Ganadores

1989 - Padre e Hijo-Patricia Brutti
Imagen obtenida en Internet
PAPA
Erick Hernández Morá
Miami – Florida - USA
Segundo Premio, ex aequo, en el IV Concurso de Relato Breve “José Luis Gallego”



Cuando yo era un chamaco, siempre tuve el miedo de que mi padre Alfonso fuera un cobarde. Nunca lo vi amedrentarse ante ningún hombre; tampoco lo vi correr seguido de cerca por algún malhechor. El problema era que, en aquel barrio de gente pobre y conflictiva en donde residía, los padres de mis amigos eran totalmente diferentes a mi viejo. Me daba envidia al escuchar sus cuentos, llenos de hazañas de sus progenitores, cuando jugábamos a los canicas o empinábamos papalotes. Bárbaro Cuellar había desarmado a dos policías en medio de una bronca callejera. A Lucio Pérez lo dejaron por muerto en un solar yermo a los treinta años. Arturo Ramos lucía una hermosa cicatriz desde la sien hasta el mentón.
Mi padre, mi noble padre, no tenía siquiera una sola anécdota de bronca o pelea para contar, ni tampoco una mísera cicatriz en todo el cuerpo. Lo comprobé con gran pena aquella calurosa tarde de septiembre, cuando nos bañamos juntos en los peñascos del malecón habanero. Al salir, atravesamos el paseo del Prado y minutos después entramos por las calles concurridas de la Habana Vieja. Yo seguía sus pasos mojados con mis pies descalzos mientras sonaba entretenido mi flauta, un tubo de caña bambú confeccionado por mi padre.
Al pasar frente a bar Alameda me dijo:
- Vamos a entrar un momento. Tengo que comprar tabacos.
Del asombro por poco me trago la flauta, porque mi papá jamás y nunca entraba a ese bar, lugar de reunión preferido por todos los guapetones y delincuentes del barrio. Allí jugaban a los dados y las cartas ilegalmente, bebían aguardiente o ron y casi siempre se formaban broncas que terminaban a cuchilladas y navajazos. Unas broncas a veces tan sangrientas que hacían falta dos o tres patrullas de policías para tranquilizar el barrio. A veces, en vez de patrulla llegaba una ambulancia, porque los tajos eran tan graves que la sangre salía por donde entraba la muerte.
Después de saludar a algunos conocidos, papá pidió los cigarros al dependiente. Uno por uno los fue escogiendo. Los palpaba, suavemente, para después llevarlos a su nariz de fumador experto. Yo estaba pegado al mostrador forrado de zinc, tratando de ocultarme tras él. No me atrevía a tocar la flauta por miedo a molestar a los guapetones. Los miraba de reojo, mientras jugaban, con sus vozarrones, sus risas, sus ojos colorados por el alcohol. Recostado a la pared, bebiendo a pico de botella, Benny el tuerto era sin dudas el más borracho de todos. Era un negro grande y macizo, vestido todo de blanco, con un collar de santería en el cuello. Su ojo izquierdo era blanco como una caneca. En la mesita de al lado barajaban cartas Pepe Cano, Lucio Pérez, Arturo Ramos y par de mulatos que en mi vida había visto. Un grupo de curiosos seguía de cerca las jugabas.
De repente, Benny se levantó del taburete, acercándose a mi papá. Levantó la botella.
- Date un palo, Alfonsín.
- Gracias negro, pero no bebo alcohol a esta hora.
- ¿No? ¿Con que me desprecia por ser negro? No sabía que tú era racista.
Mis piernas empezaron a temblar. Mi padre sonrió.
- No es eso, compadre. Es que no puedo tomar hoy. Date un palo en mi nombre.
- Mira maricón –tronó el negro- O te das el palo de ron, o te rompo la botella en la cabeza.
Benny levantó la botella, pero no tuvo chance. El derechazo de mi padre lo lanzó contra la mesa de jugadores. Todo el mundo se levantó. Para mí, para mis pobres nervios, era como si el tiempo se hubiese detenido. Benny se levantó medio aturdido por el ron y por el golpe y entonces empezó a registrarse los bolsillos.
- Escapaste por hoy, pendejo, porque ando desarmao.
- ¡A ver! –dijo mi papá- ¿Quién le presta un cuchillo a este negro?
Me quedé pasmado al escuchar a mi padre. Recuerdo que pensé: Me quedé huérfano. Todavía al recordarlo me entran escalofríos. Todos los presentes hundieron sus manos en los pantalones sucios, en las botas chapeadas, en cualquier sitio donde un hombre de baja calaña esconde su arma blanca. Todos los presentes, o casi todos, ofrecieron en silencio cómplice el cuchillo afilado, la navaja sevillana, el punzón de hielo…
- A ver negro. Escoge el que más te cuadre.
El negro se le quedó mirando, tal vez sorprendido por la actitud de mi padre, tal vez pensando en gato encerrado. Pero lo cierto es que sacudió su ropa con el pañuelo, ante la expectativa de todos, y antes de sentarse dijo:
- Mira, Alfonso…Yo soy un tipo bien duro ¿entiende? Y no me dejo meter pie por nadie, pero tengo que reconocerlo: tú eres más hombre que yo.
Y se acomodó otra vez en el taburete. Mi padre pagó los tabacos, dio las buenas tardes y salimos. Al salir por la puerta escuché un comentario:
- Ahí va un macho completo.
Esa noche, en mi cuarto, toqué en mi flauta una melodía de triunfo. Desesperado estaba por llegar a la escuela, y así contarles a todos mis amigos la anécdota de mi padre y el negro Benny.

lunes, 25 de mayo de 2009

IV Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" - Relatos Ganadores

Imagen obtenida en Internet

NOS VAMOS A MADRID
Consuelo Gómez González
3er. Premio – Madrid


Marina tiene seis años cuando suceden los acontecimientos que hoy nos cuenta y, mucho después, sigue siendo el primer recuerdo de su infancia que le viene siempre a la cabeza.
Nació en el inicio de los 60, en un pueblo pequeño de Extremadura cuyos habitantes vivían del campo. Eran tiempos muy difíciles para los campesinos. Muchas familias se vieron obligadas a emigrar a la capital en busca de trabajo y un porvenir para sus hijos. Este era el caso de su familia y así vivió Marina el traslado, o así al menos es como lo recuerda.
En la mesa camilla de la cocina, frente a la chimenea donde se reúnen para comer, su padre ha puesto un montón de golosinas, chocolates envueltos en papeles de colores y dulces con forma de muñecos que ha traído para ellos de su viaje. A la vez que les ayuda a desenvolver los paquetitos les cuenta que en unos días se irán todos a vivir a una ciudad mucho mejor, donde asistirán al colegio y tendrán muchos amigos. Marina y su hermano son muy pequeños y se olvidan de todo con la misma facilidad con que se fueron acabando las golosinas. Pero llegó el día y su madre le dijo:
- Hoy nos vamos a vivir a Madrid como os hemos contado, ve a despedirte de tus amigas y pídele las señas para escribirles cuando estemos allí.
Marina sale a la calle contenta porque la novedad –especialmente con la inocencia de un niño- es siempre una ilusión y también con tristeza, no entiende por qué se van ellos solos, sin sus amigas, ni los abuelos, ni los vecinos, ni la casa... Algunas de sus amigas se habían ido con sus padres poco antes, pero ella pensó que se iban porque eran pobres y se preguntaba:
-¿Qué será Madrid?
Ella, por más que se sube al cancho* más alto que encuentra en el campo, donde todos los domingos va la gente a pasear después de misa, por más que alarga la mirada todo lo que puede, solo ve el cielo en la lejanía. Ha oído hablar de España y cree que está en Mérida, un pueblo más grande que el suyo al que le han llevado en la viajera, así le llaman a la furgoneta que sirve para trasladar a los vecinos del pueblo a la Feria y viceversa.
Vive con sus padres y su hermano en su casa de la Calle Nueva. Es una casa grande, soleada, con muchas salas y un pasillo lleno de macetas desde la puerta de la calle hasta el patio. Un paraíso para ella y sus muñecas, donde hay plantas con flores y sillas en las que su madre y sus vecinas cosen. Allí le hacen los vestidos que se pone los domingos y, el día de la Fiesta Grande, que es la Virgen de la Salud, la Patrona del pueblo, siempre estrena uno, blanco con puntilla. En la Plaza le echan fotos que luego su madre regala a su abuela y sus tías.
Piensa que sus padres son ricos porque su casa es las más bonita del pueblo y la más grande y, además, siempre los ve reír. Le compran cosas, hacen dulces y la montan en las voladoras de la feria, por eso está desconcertada:
- ¿Si somos ricos, por qué nos vamos?
Antes de terminar de hacerse esa pregunta ya se ha olvidado de ella y de nuevo se ilusiona pensando en el desconocido Madrid. Se va corriendo a casa de su amiga a contarle todo lo que le ha dicho su madre. Está tranquila porque su madre sí quiere ir y seguro que es bueno.
Con su amiga, su mejor amiga, va a la Escuela de niñas de las Pepinas, -las llaman así porque su padre se llama Pepín-. Desde pequeñita le enseñan a leer, escribir y las cuentas. Se la llevan a su casa y la cuidan cuando su madre tiene que salir. También a la romería de la Virgen de la Salud. Los vecinos del pueblo cargan a la virgen desde la ermita y la llevan en procesión, luego se reúnen todos en el campo para comer y pasar el día. Por la tarde la devuelven a su casa, la Iglesia del Pueblo, románica, muy vieja y muy bonita. Recuerda, esto se lo contó su madre, cuando se fue sola a la Iglesia con cinco años. Quería hacer la primera comunión, que para eso se aprendió el Catecismo enterito. El cura se emocionó mucho y la llevó a casa porque en el pueblo todos se conocen y son amigos. De pronto siente miedo, tampoco el cura estará en Madrid y se hace el firme propósito de no soltar nunca la mano de su madre.
Se vuelve a casa. Ya da la sombra en la acera de su amiga y su madre le dijo que tenía que volver para prepararlo todo antes de las cinco. Cuando llegó se quedó sorprendida y, según recuerda hoy, ese fue el momento en que de verdad se dio cuenta que se iban del pueblo. En la casa vacía sólo quedan las macetas. En la puerta está parado un enorme camión, lleno. Los muebles de su casa están allí. También aguardan unas bolsas de las que usan para ir a comprar al comercio, en las que su madre ha guardado el avituallamiento para el camino, y muchas personas…, las conoce a todas.
Por fin llegó el momento. La despedida fue larga, todos querían besarla y abrazarla. El tío Manuel, el hermano mayor de su padre y el único de la familia que poseía un coche, fue el encargado de llevarlos a Mérida, ese pueblo grande cerca del suyo que tiene una feria gigante y que, seguramente, ahora lo llaman Madrid.
Cuando llegaron a la estación de ferrocarril ya era de noche y lo que ve es mucho movimiento de gente. Todos van y vienen con maletas, corren por el andén para localizar el vagón que les corresponde. Ellos hicieron lo mismo. Se agarró fuerte a la mano de su madre porque pensó que podía perderse.
A este tren le llaman el expreso y tarda toda la noche en llegar a Madrid, por eso van preparados con las bolsas de la comida. Su madre llevaba: tortilla, fruta y dulces. Cenaron por el camino. El tren era un pasillo largo con pequeños departamentos a un lado y ventanas al otro. Cada departamento tiene dos filas de asientos de tablas de madera. Ellos van acomodados en esos bancos pero hay mucha gente en el pasillo hablando y fumando. Su hermano dice que no tienen billete. Esa gente emigraba con lo puesto. La máquina de vapor hace mucho ruido y le asusta pero cuando llevan un rato con el traqueteo se queda dormida envuelta en una manta.
Aún no había amanecido cuando Marina se despertó. Alguien dijo:
- Mirad, aquello que se ve a lo lejos ya es Madrid.
Se pegó a la ventanilla y descubrió lo que tanto le había preocupado, al fin lo vio: Madrid era un cielo llenito de estrellas luminosas. Abrió mucho los ojos para ver todo bien. El tren se fue acercando a su destino y amaneció. Se quedó otra vez sorprendida porque su cielo de estrellas había desaparecido. Le explicaron que lo que vio eran las luces que iluminaban Madrid durante la noche, y que volvería a verlas todas las noches.
Al dejar la estación subieron a un taxi negro con una raya roja que lo atravesaba. En él hizo su primera salida por Madrid y no se perdió ni un detalle. Las casas eran edificios gigantes con muchos pisos, no como las casas de su pueblo que tenían una sola planta y un doblao al que se sube por una escalera estrecha que hay en el pasillo y donde se guardan muebles viejos, cacharros y las provisiones para vivir la familia todo el año. También se veía mucha gente por la calle y muchos coches. Se alegró al ver que no estarían solos como ella creyó cuando se despidieron al salir del pueblo.
El taxi paró en una calle que tenía a un lado y otro bloques de pisos con cinco plantas, todos iguales. Eran de ladrillo rojo con balcones blancos.
–Esta es nuestra casa -le dijo su madre-, ahora tenemos que subir al tercer piso.
Al entrar le pareció tan pequeña como una casita de cuento. Se preguntó dónde meterían los muebles que estaban en el camión y entendió por qué las macetas se habían quedado solas en el pasillo de su casa de la calle Nueva.
Marina se asomó a la terraza y recordó cuando subía al cancho* más alto en el campo de su pueblo y no veía Madrid. Aquí tampoco divisaba su pueblo. Lo que contempló era el gran descampado que iba más lejos de lo que su vista alcanzaba. En él, años después, se levantaría el Barrio de Aluche en el que Marina sigue viviendo hasta el día de hoy.


*Cancho.- Peñasco grande.

viernes, 22 de mayo de 2009

IV Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" - Relatos Finalistas

Alfabeto Braille - Web - Imagen obtenida en Internet

CARTA A LUÏS BRAILLE
Elena Peralta Valero
Finalista - Madrid


Madrid 12 de Junio de 2008

Amigo Luís,

Me tomo la libertad de enviarte estas líneas porque estando en el cielo, seguro tendrás tiempo libre, para leerlas.
Soy una señora invidente que ya cruzó el umbral de los cincuenta, y en la recta final de mi vida he perdido la visión.
Esta carta solo es mi humilde homenaje y reconocimiento a tu labor, gracias a tu legado, gracias a ese maravilloso cuadro de signos, cargado de posibilidades y expectativas puedo escribirte y compartir contigo mis sentimientos.
Hoy, sé como diseñar esta carta, sé, como plasmar una coreografía de signos que bailen en un papel en blanco, la escritura emerge entre las sombras de mi oscuridad afilada. Y de nuevo puede brotar, dolor, placer, alegría, tristeza... Sentimientos y emociones que compartir: A través de mi mano, podrá nacer, el hijo del baúl donde coinciden los sueños y la ficción, podrán crecer enredaderas por donde trepen las emociones.
Yo…. Ya no podré ver nunca más a lo largo del camino, el alto toldo de las copas entrecruzadas de los árboles que apenas dejan pasar la luz del sol, ni el suelo de un verde exuberante y tupido. No podré acariciar con la mirada los azules cuando parecen flotar en el aire claro y calido del cielo.
Por la noche cuando el crepúsculo tiende su manto sobre el mundo, no podré apreciar el destello de la luna ondulando en las aguas del río, bajo un firmamento enjoyado. Al despertar el día, me perderé el sol naciente que se colará a través de la ventana de mi habitación, arrancando reflejos dorados en los espejos de mi armario
No veré la catarata ascendente por los tirabuzones de la ensortijada melena de mi nieto, pero gracias a tu lenguaje, se diluye la tristeza, pues si puedo escribir y describir todo aquello que guardo en el zaguán de la memoria, para que otras almas se alimenten. Mis ojos son una estrella apagada y mis manos una antorcha encendida. No puedo ver la belleza, pero si la puedo transmitir, porque gracias al Braille, tengo la herramienta en las manos.

Puedo liberar un cargamento de sentimientos, que se expanden como esporas, arrinconando para siempre mis miedos.
Te contaré que al apagarse la luz de mis ojos, fui a dar con mis cansados huesos en la fría estancia de la soledad, preñada mi mente de rebeldes dolores incorrectos, convencida de que el vacío, era mi mejor compañero. Pero un día, se abrió una puerta, de puntillas entro en mi estancia la ONCE, como amapola que florece donde nadie la sembrara, alimentando mi futuro con esperanzas que anunciaban velo blancos de ilusiones. Y así es como maduraron los frutos de tu trabajo, guiando mis pasos por sendas más serenas, encontrando las respuestas en guiños adivinados. Personas que me enseñaban a caminar de nuevo: Te contaré que la primera vez que mis dedos se posaron sobre ese folio lleno de puntos indescifrables que me dio mi profesora de braille, creí que nunca sería capaz de dominarlos. Hoy la lluvia fresca de tus signos, Han borrado las huellas de ese ya mal trecho pasado, abriendo nueva ventana a un mundo por desprecintar, donde me he acomodado. Hoy en mi cuerpo ondea la bandera del otoño, cruzo el río de los cincuenta, las posibilidades del Braille me invitan a pasear acompañada en la recta final de mi vida. Tú, hace 200 años diste vida a mi mundo.
Amigo Luís, al fin, gracias a ti, puedo olvidar las sombras de un ayer que ha muerto.
Nos contamos por miles tus herederos.

Elena

martes, 19 de mayo de 2009

IV Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" - Relatos Finalistas

Imagen de la película "Con faldas y a lo loco" de B. Wilder

SESIÓN CONTINUA
Javier Molina Palomino
Finalista - Madrid


Las puertas están abiertas y la luz que penetra a través de ellas no es artificial. Noto que esa luz está cargada de la realidad del exterior, con toda su pureza y su violencia.
Me hace daño.
El contraste con la oscuridad que hay en el interior de la sala, me hace recordar las películas expresionistas alemanas de los años veinte, que algún que otro jueves proyectaban aquí para deleite de unos pocos y jaquecas de muchos otros.
Los obreros no dejan de entrar y salir. Creo que están sacando ladrillos en espuertas, metiendo escaleras y cubos, y levantando polvo. Son los mismos que ayer quitaron las cortinas de lona azul a ambos lados de la pantalla.
Desde donde estoy, aprecio el movimiento de las sombras que proyectan esos hombres. Parecen sacadas de la cámara de alguno de esos genios que, al no existir aún el color, se veían obligados a filmar sus cintas en blanco y negro, haciendo del claroscuro un elemento de mayor fuerza expresiva que cualquier escena hablada. ¿Cómo no recordar la sombra de Orson Wells besando a la de Loretta Young en lo alto de la torre del reloj, en “El extraño”? Aún se me encoge el alma al recordar la siniestra silueta de la ama de llaves de “Rebeca”, vestida de negro, morena, pero con una piel asombrosamente blanca y con un lunar exagerado junto a la nariz, que simbolizaba el sumidero donde se perdían las ilusiones de la pobre Joan Fontaine, y que alimentaban nuestro odio.
El trasiego de los albañiles que entran y salen a gritos me impide seguir recordando. Parece no importarles lo que hacen, como si desmantelar una sala de cine para construir un aparcamiento no les provocase grima. Aquí he pasado tantos años...
Ahora, desde una escalera apoyada en la pared, echan abajo una viga de madera en uno de los laterales. El estruendo se deja sentir en toda la sala, y retumba con dolor. Ha removido el aire, que parece rebelarse lanzando oleadas de polvo, recordándome el humo sensual que salía de los labios de Lauren Bacall en “El sueño eterno”; como eterno era el sueño que creía estar viviendo. Humo, sueño, niebla, promesas de futuro... Así terminaba “Casablanca”, con una promesa de amistad que se perdía entre tinieblas, ofreciendo al espectador el contraste de la fuerza de las últimas palabras, que son tragadas por el humo y la oscuridad de la noche.
Siento que van a tardar poco en terminar su trabajo y no voy a tener tiempo de asumir mi futuro. Quisiera poder gritar, llamar la atención de alguna forma y detener lo que parece irreparable, pero sé que es inútil.
Creo que ya no veré por aquí a Rosa. Vino hace dos días, después de la última sesión, e hizo lo de siempre. Recorrió pasillo abajo toda la sala, metiendo la escoba entre las butacas para recoger las palomitas de maíz que caían al suelo, envoltorios de chucherías y alguna botella de plástico vacía. Tenía la extraña habilidad de recordar la melodía de la música que acompañaba a los títulos de crédito al final de cada proyección. Y después la interpretaba silbando, cambiando de tono y también improvisando letras que nada tenían que ver con la película y sí con su vida cotidiana (sospecho).
A su marido, Rubén, el acomodador, le he visto hace poco. Está muy animado, pues parece ser que ha encontrado otro trabajo mejor pagado. Me alegro por él, es un buen hombre y hemos pasado juntos muy buenos ratos.
He visto entrar por la puerta del fondo a unos hombres que no son albañiles. Traen unas cajas que deben pesar mucho, porque las llevan con esfuerzo y resoplan antes de depositarlas en el suelo, junto a mí. Las abren y extraen varias herramientas iguales. Son llaves inglesas.
Como sospechaba, no hay vuelta de hoja. Aquellos hombres se acaban de agachar y comienzan a aflojar las tuercas que me unen al suelo. Otros, están haciendo lo mismo con mis compañeras de al lado.
No sé por qué, la butaca que hay detrás se está riendo de mí cuando me sacan en volandas. Al parecer, tengo oxidado el pie y eso le ha hecho mucha gracia... Y es que, como diría Billy Wilder: “¡Nadie es perfecto!”

domingo, 17 de mayo de 2009

IV Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" - Relatos Finalistas

Imagen tomada de Internet

UN TRAUMA INFANTIL
Teresa Buzo Salas
Finalista - Las Cabezas de San Juan (Sevilla)


Protegedme de la sabiduría que no llora, de la filosofía que no ríe
y de la grandeza que no se inclina ante los niños.
Khalil Gibran

Somos nuestra memoria,
somos ese quimérico museo de formas inconstantes,
ese montón de espejos rotos.
Jorge Luis Borges


Mi nombre es José María y soy el director de una compañía financiera de expansión internacional. Tanto mis socios de la empresa como familiares y amigos me consideran un hombre formal y responsable. He trabajado muy duro a lo largo de mi vida para conseguir una elevada posición económica y social, por lo que conozco el valor que tiene el tiempo y soy incapaz de malgastarlo. Sin embargo un buen día me encontré tumbado en un incómodo diván de cuero, preguntándome a mí mismo por qué había decidido hacer caso a mi bendita esposa, quien desde que comenzaron las navidades no había cesado de decirme que necesitaba ayuda psicológica.
La rectangular consulta estaba decorada por centenares de libros rancios, aglutinados entre los innumerables anaqueles de madera que rodeaban la sala. Tras un barroco buró francés estaba sentado un viejo doctor de mirada cansada, que con gesto rutinario tomaba papel y bolígrafo, al tiempo que con talante tranquilo se colocaba las lentes.
-Efectivamente doctor, he venido obligado a su consulta por el simple hecho de que no soporto las navidades ¡No creo que sea un hecho tan inusual en los tiempos que estamos! El otro motivo es que…bueno, me da vergüenza confesarlo, pero lo cierto es que no me gustan tampoco las personas de color-.
- ¿Quiere usted decir que se considera racista?-.
- Pues…a groso modo podría parecerlo... ¡Yo los acepto y respeto por supuesto! No hay nada que yo valore más que la solidaridad y la tolerancia a todo el género humano. Es solamente que hay algo en ellos que me hace desconfiar y no entiendo a qué se debe. ¿Usted considera que sufro alguna patología?-.
-No puedo diagnosticar nada así de pronto, pero una técnica que solemos emplear en el psicoanálisis es retroceder en el tiempo, y ver si podemos encontrar algún vestigio que tenga relación. Comenzaremos hablando de su infancia-.
Tuve que hacer algo que no recordaba haber hecho en años, y era apagar el teléfono. Me recosté en el dichoso diván mientras me maldecía por haber cedido a las peticiones de mi esposa. Al cabo de un rato comencé a contarle a aquel anciano desconocido toda la ristra de amigos, juegos y demás detalles que componían los elementos esenciales de mi infancia. Yo, un importante hombre de negocios, con un centenar de personas a mi cargo y una multiplicidad de decisiones arriesgadas que debía solventar cada día, estaba allí relatando las trampas que hacía mi amigo Juan cuando jugábamos a las canicas, o cuando Ana la niña más guapa de la escuela me llamaba empollón.
Después de estar una hora navegando en las aguas transparentes de mi puericia conseguí rescatar en mi memoria una imagen que había estado enterrada en las profundidades de mi ser. De repente abrí mis párpados para clavar mis húmedas pupilas en las del doctor. Guardé silencio por unos minutos que parecieron eternos. El reloj pendular que colgaba en la pared de enfrente marcaba su constante y rítmico tic tac en mitad de una sala bañada por la penumbra. Casi sin poder controlar el temblor de mis labios dije abruptamente:
-¡Lo siento Doctor, pero no puedo continuar!-.
El viejo psicólogo se inclinó de su vetusto asiento claramente intrigado por mi extraño proceder, y quitándose las gafas me dijo suavemente casi en susurros:
-Hijo, ésta es la mejor manera para que llegue la calma a esa mar embravecida que lucha en tu interior ¡Saca a flote tus recuerdos, no permitas que te hagan naufragar! ¡Dime! ¿Qué fue lo que viste?-.
Respiré hondo y apretando mis párpados para rastrear en las huellas perdidas de mi conciencia comencé a decir:
-Era la víspera de reyes, y aquel año había pedido un scalextric impresionante que disponía del más mínimo detalle. Antes de marcharme a la cama coloqué sobre la mesa de la cocina tres vasos de leche y una bandeja con bizcochos para los Reyes Magos. Recuerdo que aquella noche apenas era capaz de dormir pensando en el conjunto de luces, vagones y raíles que ascenderían por pequeñas colinas verdes, para finalizar bajando y atravesando túneles en un campo diminuto cargado de ensueños. De repente me acordé que debía de poner en el patio tres cubos con agua para los camellos, así que decidido me levanté de la cama, pero cuando bajaba por las escaleras ¡lo vi todo! Mis ojos no podían creerlo…-
Volví a callar por unos minutos. Sentía mi garganta completamente seca, por lo que me incorporé para tomar un poco de agua. Notaba la mirada expectante del doctor que tenía su atención concentrada tanto en mis palabras como en mis silencios. Me tendí y un rayo pálido de sol se coló por una de las vidrieras acariciándome el rostro con su calor. Intenté relajarme para proseguir narrando la desagradable anécdota.
-Pues bien doctor, como le iba diciendo, estaba bajando las escaleras cuando inesperadamente observé que justo al lado de la chimenea, entre el conjunto variopinto de golosinas y regalos estaba… ¡El Rey Baltasar besando apasionadamente a mi madre! ¡No podía creerlo! Subí rápidamente las escaleras hasta mi cuarto por temor de que me descubrieran. A la mañana siguiente tenía el deseado scalextric, pero ya no tenía ganas de jugar con él. No podía dejar de mirar a mi madre de reojo, sin comprender cómo podía seguir siendo tan cariñosa con mi padre después de su insólito comportamiento la noche anterior. ¡Era sorprendente lo bien que sabía fingir! Yo estaba completamente desconcertado por aquel beso entre ella y el Rey Baltasar que para colmo había sido siempre mi preferido al ser el único de los tres que venía a visitarme cada madrugada de Reyes. Siendo incapaz de admitir que un Rey Mago se aprovechara de la confianza ofrecida por mi madre, decidí borrarlo de mi mente. Creo doctor que finalmente hemos encontrado la clave, supongo que ahora me dirá que ya soy un hombre maduro y que si quiero cambiar mi actitud debería no darle más importancia a aquel beso y resignarme a aceptar el pasado-.
El doctor con mirada perpleja se inclinó aún más de su asiento y me preguntó:
-¿Está usted diciéndome que todavía cree que existen los Reyes Magos? ¿Piensa que son reales?-
A lo que respondí sin el menor atisbo de dudas.
- ¡Por supuesto! ¿Usted No?

IV Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" - Relatos Finalistas

El beso más polémico de la historia del cine, película:
De aquí a la eternidad - Foto tomada de Internet

BESOS DE CINE
Juan Carlos Pérez López
Finalista - Sevilla



-¿Esto es para ti un beso?
-¡Pues claro que sí!

Los besos de respeto, los besos de lujuria, constituyen una parte especial e inseparable de nuestras vidas. La primera vez los acometemos sin experiencia. Pero una vez perfeccionados, a su alrededor germinan muchas historias de amor con suerte dispar. Nadie ha escrito un guión para que aprendamos a besar, pero todos nos empeñamos en pulir nuestras pericias besuconas. ¡Faltaría más! Fantaseamos con la idea de que a nuestros pies se desmoronen jadeantes quienes saboreen nuestros besos.
-¿Esto es para ti un beso?
Muchos años han pasado ya desde que me punzaron con esa inquietante pregunta. Entonces yo era una criatura que daba oídos finos a los susurros de las primeras envestidas del amor. Un beso constituía un lance que yo estaba dispuesto a componer. Cuanto antes me plantase frente a su envite, mejor.
Siempre me apuntaron que el aprendizaje se ganaba por dos vías: estudiando y observando. En mi infancia, toparse con libros teóricos que hablaran de besos se presumía tarea ardua, espinosa, casi imposible. Y despojar de su intimidad, con nuestras vistas curiosas, a una pareja de enamorados en plena contienda de arrumacos… más difícil que la suerte de celebrar que El Gordo de Navidad se fijara en ti para sobarte. En los pueblos de lenguas rápidas, la discreción es un seguro social a todo riesgo, sobre todo para la mujer.
Es por ello que siempre teníamos el falso consuelo de acudir al cine. La sucesión de fotogramas nos dejaba a pie de localidad un desfile de besos que figurábamos poder simular a la más mínima ocasión. Con suerte, veríamos besos a tutiplén, y asimilaríamos las maneras de besar de las estrellas del celuloide. Una vez digeridas por nuestra imaginación, compondrían nuestra credencial como amantes perfectos; nuestros besos serían los más deseados por quienes soñábamos besar. Florecería una explosión de luz. Y es que el cine es la luz, excesiva luz cuando vela un beso.
-¿Esto es para ti un beso?
-¿Cómo no? Pero si yo aprendí a besar en el cine al grito de: ¡¡¡Juan Ramón, la luz!!! ¡¡¡Juan Ramón, la luz!!! ¡¡¡Qué te cargas los besos!!!
Y con ese grito de guerra, toda la chavalería, revuelta en el gallinero y modosita en principal, protestaba por el corte de luz; bueno, más bien, del beso. Otras veces, la artimaña consistía en que la luz ganaba de un zarpazo, en una subida de luminiscencia amarillenta, todo el dominio de la pantalla, del níveo telón, y borraba de un plumazo a los protagonistas de la película cuando abordaban un leve intento por acercar unos labios contra otros en un conato inocente de amor. ¡¡¡Juan Ramón… !!! Ilusiones naufragando.
La luz se iba del todo o llegaba en exceso, derrochando solidaridad con el censor.
Así siempre, sin tregua, sin descanso. Vigilante el operador de cámara, azuzado por el cura o por el guardia de turno, para defender la pureza, nuestra castidad: con la tijera en mano nos hurtaba un trozo del pastel, el mejor: los besos, que él sí contemplaba con una sonrisa de oreja a oreja, mientras nosotros… ¡Todos al borde del llanto!
Un beso. Tan solo era un beso, pero era nuestro beso; el beso con el que soñamos al irnos a la cama; el que anhelábamos plantar en la comisura de la boca de la niña o el niño de nuestras fantasías; el que pensamos durante nuestros esparcimientos mentales, durante las divagaciones cerebrales que usábamos para huir de las pesadas horas de siesta en colegio. Nuestro beso; el que imaginamos durante días, y mientras repasábamos boquiabiertos las fotos coloreadas de la cartelera del Plaza, esas imágenes congeladas del muchacho, del bueno, petrificado ante la chica, la diosa. Nos fosilizábamos, plantados frente a aquel rostro hierático, pero insinuante, y que iba ganando terreno, sagaz y palmo a palmo, frente a los labios rojos y carnosos de la protagonista, a quien, a buen seguro, haría caer a sus pies, rendida ante sus besos; unos hechizos que nosotros luego imitaríamos hasta la saciedad, y hasta que un nuevo personaje nos enseñase otras formas de galanteo. Pero todo resultaba un rosario de quimeras rotas y protestas. Nunca veíamos el fin, el roce… el beso. ¡Juan Ramón!
Miles de besos y caricias, hurtados por una mano, o por un corte brusco de la secuencia, o por un exceso de luz a sopetón que ocultaba mágicos momentos… Toda la inocencia despeñada.
Quién sabe si al próximo domingo… ¡¡¡Juan Ramón, la luz… el beso!!!

-¿Esto es para ti un beso? –Me preguntó la zagala.
-Pues claro que sí. –Le respondí, escondiéndome los nervios en el bolsillo del pantalón, allí por donde bullía la pasión.
Soltó una carcajada que nunca dejo de escuchar, y me agarró de una manera que… Nada tenían que ver mis besos con aquellos besos que aprendí, bebiéndolos de sus labios de fresón. Los míos eran besos de cine, los suyos de verdad. Ahora sí que no importa que Juan Ramón apague la luz del cine. Así prosperan en la sala oscura mis encuentros con aquella chica que me enseñó la luz de los besos. Hay que seguir practicando, metido en faena y, sólo de vez en cuando, el rabillo del ojo echándole el lazo a besos que nunca prosperan en la pantalla. Pero eso ya poco me importa. Esto sí que es un beso…

sábado, 16 de mayo de 2009

IV Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" - Relatos Finalistas

Joaquín Sorolla

LA P DE PRINCIPITO
Eugenio Rey Huerta
Finalista - Sigüeiro-Oroso (La Coruña)


Mi abuela Rosario aprendió a leer y a escribir para poder cartearse con Ángel, el que llegaría a ser su primer marido, el padre de su Angelín del alma. Los dos ángeles morirían demasiado pronto, dejándola viuda antes de cumplir los treinta y huérfana de su querido hijo apenas cumplidos los treinta y dos. Rosario apenas sabía escribir, pero era muy habladora, le encantaba contarte de todo; lo que le faltaba de escribidora lo suplía de sobra con su lengüecilla charlatana. Yo la recuerdo relatándome mil y una historias, pero mi paupérrima memoria me deja entrever sólo páginas sueltas de sus narraciones. De cuando la guerra… De su Angelín, «¡Oyyy, mi Angelín Dios mío!»… De su primer marido, Ángel, el carnicero… Del otro, Manuel, el marido que no lo fue, el padre de mi madre… De la Fuente Vieja de su Almonacid querido… De cuando me perdí, «Que me quitaste media vida, galán.»… De... Pero, por entonces, yo era un mocoso y aunque la escuchaba con la mejor intención del mundo, mi atención estaba en otras cosas más urgentes pero menos importantes; mucho menos. Ahora me doy cuenta de ello cuando trato de arañar en mi alma, sin éxito, las historias que me contaba. Me quedan retazos que entreveo por alguna rendija, pedacitos de vida que de vez en cuando asoman por debajo de esa alfombra que lo cubre todo y que ahora vuelvo a rescatar con cariño. Pero no son suficientes... Quiero más. Ella se lo merece. Por eso acudo a mi madre…
—Mira aquí su niño, cuando estaba sirviendo en San Sebastián. No se separaba de él ni un minuto —me dice mientras me enseña la fotografía—. Dice que le decía: «Mamá, ¿verdad que aquí parezco un principito?». Mira qué guapo está… ¡Pobrecico! ¡Qué pena más grande le dejaría a mi madre! Primero su marido y luego su niño. «Mis dos ángeles», como ella decía.
Mientras contemplo la fotografía…
…Vedá que aquí padezco un pincipito, mamá?
—Sí galán, que te quiero más que a mi vida.
—¿Ce la mandaz a papá?
—Sí, vida mía. Para que diga: «mira mi niño, si parece un principito».
—¿Esquibes a papá?
—Sí, que me está costando Dios y ayuda.
—¡Qué dedechitas haces las letas!
—Porque me fijo por los periódicos.
—¿Pedo poné mi nome a papá?
—Pero, galán, si todavía no sabes.
—Pedo me zujetaz la mano pada que no me tueza.
—¡Qué ermoso que eres! ¡Ay, Dios mío!, ¡qué bendición de Dios! Ven, que vamos a poner tu nombre a papá… Annnn…
—Annnn…
—geeee…
—geeee…
—líii…
—líii…
—lín.
—lín.
—¿Ves, qué bien?
—Zi… ¿Pone ahí Gelín?
—Sí, galán.
—¿Y po qué lo zabez?
—Porque es lo primerico que aprendí a escribir: An-ge-lín. Mira, esta de aquí es la a de Almonacid de Zorita, el pueblo de mamá.
—La a de Monací, el pebo de mamá.
—Ésta es la n de niño, como mi niño.
—La n de niño, como yo.
—Ésta es la g de guapura y de galán, como tú.
—La g de gapuda y de gadán…, como yo.
—Ésta es la e de ermoso como mi Angelín.
—La e de emoso como yo.
—Ésta es la l de lindeza como mi ángel.
—La l de… ¿qué es lindeza, mamá?
—Mi niño precioso.
—La l de pezoso como yo.
—¡Te comía!... Esta es la i de inteligencia a más no poder, como mi hijo.
—La i de teligencia a más no podé como yo.
—Y ésta es la misma de antes, la n de niño.
—Como yo.
—¿Ves, qué bien?
—¿Mamá?
—¿Qué?, vida mía.
—Quedo poné “papá”.
—A ver…, trae la manita… Ésta es la p de papá.
—La p de papá.
—Esta es la a de…
—De Almonací, el pebo de mamá.
—¡Pero qué listo que eres, galán!… Esta es la p de principito.
—La p de pincipito... ¿Mamá?
—¿Qué?, cariño mío.
—¿Cándo vamo a Madí? Quedo vé a papá.
—Pronto, galán; al terminar el verano.
Pero ese verano no se acabaría nunca para Rosario. Le duraría toda la vida. Una semana antes de recibir la carta de su esposa, Ángel, el padre del principito, moriría sin cumplir los treinta. El niño, apenas estaría con ella unos meses más.
A partir de entonces, Rosario, nunca más escribiría derechito.
—Y ésta es otra vez la a de Almonacid.
—La a de Almonací.
—¿Ves qué bien lo ha hecho mi niño?
—Sí, pedo ezta a se me ha tocío un poquito.
—Fue por mi culpa, ¡vida mía! Te apreté mucho la mano. ¡Es que te quiero tanto…!

IV Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" - Relatos Finalistas

Imagen obtenida en Internet

AQUEL SUEÑO
Julia Jiménez Echenique
Finalista - Madrid


Aquel suelo fue terrible, se veía escondido, sudoroso pero sin conocer la causa. La inminente presencia de una desgracia se cernía sobre él. Cualquier ruido le aturdía, avanzaba de sobresalto en sobresalto, agazapado entre la sombra. Le reconfortaba la neblina, pues en su espesor creyó ser menos visible, aunque se equivocaba. De nuevo los pasos, aquellos pasos presurosos que crujían sobre las hojas y se abalanzaban sobre él. Los pasos de la destrucción. Su cuerpo, como deslavazado, se coordinaba con dificultad mientras su perseguidor estaba ya tan cerca que podía sentir el aliento tras de sí. Un hedor nauseabundo al que le siguió el toque en el hombro, le había alcanzado.
En ese instante despertó arrebatado. Se sentó en el catre y descubrió, no sin cierto alivio, que continuaba en su celda. Comenzaba a amanecer y varias palomas gorjeaban en el alféizar, cerca de los barrotes.
- Era tan real –susurró para sí.
Bajó al patio con los demás presos, encadenados los pies con grilletes. Las manos se liberaron para picar piedra durante horas. Grandes carros tirados por cuatro caballos se llevaban el elemento molido y regresaban nuevamente vacíos. El trabajo era extenuante, pero él temía cansarse en exceso y dormirse de nuevo para regresar a su horrible experiencia onírica de la noche anterior. Aunque no se puede huir de lo inevitable.
Tres horas más tarde, sus ojos se cerraron cargados de pesadez. Se descubrió caído sobre el barro y las ramas secas, en el mismo bosque donde quedó, en la misma oscuridad. Yacía boca abajo y la sombra tétrica que le había empujado, ahora olisqueaba sus ropas, en un hacer tan animal como humano. Él se quedó inmóvil, fingiendo estar desmayado, o quizás muerto. Su captor le asió entonces por la cintura y se lo cargó al hombro, tendiendo el tronco y la cabeza de él sobre la espalda del hombre-bestia. No le podía ver el rostro pero sí los andrajos que cubrían su cuerpo y las plantas de los pies desnudos, conforme caminaba, negras y ajadas como sueltas. También comprobó que sus muslos eran anchos y fornidos, con una musculatura prominente como la de su lomo. Le llevó hasta una gruta con paredes húmedas y pegajosas, cual boca de ballena. Aún asido por aquel ser, él tocó con su mano débil la textura del lugar, entre la oscuridad, por si podría reconocerlo después y escapar al fin. Fue, por el frío de la roca, que despertó agitado.
El corazón se le salía del pecho, creyó desfallecer por la falta de aire. El carcelero tocó con su llave gruesa el barrote y exclamó:
- ¡Eh, tú! ¡Silencio! O te callas o te vas a la celda de castigo, aquí no se puede gritar así, que tus compañeros tienen que dormir, mañana habrá mucha piedra que picar.
La luz de la laguna se proyectaba en el suelo. Asió su cazo y tomó agua de un cubo que les colocaban en la esquina, el líquido sabía a tierra y polvo pero, aún así, refrescó su garganta en llamas y pareció apaciguar su agitación. Caminó en círculos, dibujó en la pared, ajustó su catre, todo para no caer en su única pesadilla desgarradora. Le pareció que, de cuando en cuando, aún podía percibir el hedor de su captor, lo cual le estremecía sin remedio. Se sentó en el suelo, apoyado el tronco sobre el ladrillo, y tarareó entre susurros su melodía predilecta. No advirtió entonces que semejante hecho acunaría su obnubilación.
Se vio de nuevo en la gruta, ahora las manos atadas con trapos sucios, sin poder sentir llegar la sangre a las yemas de los dedos. Se revolvía desesperado, pero no lograba emitir sonido alguno, una herida supurante en su garganta había acabado con su voz. Su enemigo estaba de espaldas a él, frente a una hoguera encendida en el suelo. Removía algo, una suerte de puchero burbujeante. El pánico le paralizó, se imaginó luchando contra la cocción en un chillido ahogado y deseó despertar. La cárcel le pareció la mejor opción, su celda segura. Se pellizcó con fuerza, pero sólo obtuvo dolor. Abrió los ojos impetuosamente, dándose bofetadas al tiempo. Nada. Seguía en la misma posición, atrapado.
Entonces, como si de una revelación se tratara, se dio cuenta de que no estaba soñando. Aquello era real, la gruta, el asesino. Sólo la cárcel le fue ficticia y ahora era sólo una utopía a la que no podía regresar. El dolor de su tráquea en flor no le permitía conciliar el sueño de nuevo. El perseguidor se puso en pie y por fin mostró su rostro, deforme. Él se dejó hacer, aún admirado de lo que le había tocado vivir y de lo delgada que es la línea entre lo real y lo ficticio.

jueves, 14 de mayo de 2009

Preámbulo a la entrega de premios del IV Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego"

Juana Castillo, Secretaria del Jurado, da comienzo al acto de entrega de premios.

El presidente de AVA (Asociación de Vecinos de Aluche) agradeció a los asistentes su presencia al evento y, a la vez, pidió disculpas por encontrarnos reunidos en un aula en vez de en el salón de actos del Centro Cultural "Fernando de los Ríos", tal como le prometieron, pero una conferencia con mayor número de asistentes tuvo lugar en ese mismo día y hora cediéndoles a ellos el salón. Nosotros nos vimos obligados a estar en un aula para unas 40 personas y que, como se puede apreciar en la foto, se quedó pequeña.



Luego yo, Juana Castillo, como Secretaria, presenté a mis compañeros de mesa: el resto del Jurado único calificador del IV Concurso de Relato breve “José Luis Gallego” y del III Concurso de Redacción “Aluche, barrio vivo”:
Blanca del Cerro, escritora, Presidenta del jurado.
Arantxa Alonso, representante de AVA, Vocal.
Mª de los Ángeles de Andrés, coordinadora de Onda Latina, Vocal, quien no pudo asistir al evento por problemas laborales.
Javier Burgos, Vocal y locutor en Onda Latina.
En mi alocución a los asistentes recordé que celebrábamos “El día del libro” en memoria de la muerte de dos grandes de la literatura universal: Miguel de Cervantes y William Shakespeare. El primero, Cervantes, muerto el día 22 de abril de 1616 pero, al ser enterrado el día 23 es ésta la fecha que recordamos hoy, 393 años después del fallecimiento de ambos.

Y continué así:

Pero hoy es un día de celebración, de algo más festivo: una entrega de premios, por lo que, en lugar de leer algo de Cervantes o de Shakespeare, se leerán relatos más actuales, algunos de ellos han sido escritos, como quien dice, antesdeayer. Hoy leeremos los relatos premiados.
Antes debo añadir que íbamos a tener la presencia de Susana Simón, escritora y cuentista quien nos iba a “explicar”, en el mejor estilo del club de la comedia, cómo nace un escritor, cómo se hace pero…., por causa familiares, le es imposible estar con nosotros y, para que veamos que no se olvida de su compromiso, me envió esta mañana este soneto para leerlo en su nombre y felicitaros a todos, finalistas y ganadores:



PREMIOS SOÑADOS

Un pequeño recuerdo a Cervantes
en el día del libro abrileño
gran alcalaíno y madrileño
padre de D. Quijote y Rocinante.

Hoy es una ocasión emocionante,
se van a cumplir algunos sueños,
gracias al esfuerzo y al empeño
nacen los relatos y ¡Adelante!

Que los nervios se vayan consumiendo.
¿Qué gané, el segundo o el tercero?
Y el jurado se queda sonriendo.

Porque han evaluado con esmero,
y la sorpresa viene corriendo
al ver que tu relato es el primero.


SUSANA SIMÓN CORTIJO - 23 de abril de 2009

Para terminar os dejo una frase de mi cosecha, más que frase es una reflexión, o un consejo, como os lo queráis tomar: “Si queréis ser buenos escritores, antes debéis de haber sido mejores lectores”. Porque hay que leer por muchas causas: para mejorar el vocabulario, para encontrar otros mundos, pero no leer por leer, sino buscando el “qué” te cuenta el autor, el “cómo” te lo cuenta, “quién” te lo cuenta, “por qué”… Hay que leer para hacer sentir vivo al escritor porque, si no se nos lee, si no se compran los libros, si no se comparten, si no se nos conoce, estaremos más muertos que Cervantes que continúa vivo y cabalgando por la Mancha 393 años después de dejarnos.

Después de estas palabras se procedió a la entrega de premios.

martes, 12 de mayo de 2009

Fotos de la entrega de premios correspondiente al IV Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego"


Componentes del Jurado: Javier Burgos, Vocal.
Blanca del Cerro, Presidente (lee en este momento el relato Papá, 2º premio).
Juana Castillo, Secretaria.
Arantxa Alonso (leyó el otro segundo premio, Aquella fotografía).
Falta Mª Angeles de Andrés, tercera vocal que no pudo asistir al acto por motivos laborales.

Vista de la sala del Centro Cultural "Fernando de los Ríos". Las premiadas están en primer término: Isabel Fraile, Consuelo Gómez y Julia Jiménez (con las piernas cruzadas).
Consuelo Gómez, Tercer Premio, lee su relato:
Nos vamos a Madrid.


Isabel Fraile, Primer Premio, lee su relato:
Ángel Solo.


Isabel Fraile y Consuelo Gómez después de recibir sus premios. Un poco más allá, Julia Jiménez, finalista.

Consuelo Gómez, Elena Peralta (finalista, 4º puesto con su relato: Carta a Luis Braille) e Isabel Fraile, al término de la entrega de premios. Las participantes muestran sus diplomas.

ACTA DEFINITIVA levantada por el jurado calificador del IV Concurso de Relato Breve “José Luis Gallego”

A las 19 horas del viernes tres de abril de 2009, una vez leídos todos los trabajos, sumadas las puntuaciones obtenidas por cada participante. Se acordó que el:
Primer Premio fuera para:ANGEL SOLO, de Isabel Fraile Hernando. (Madrid).
Segundo Premio sea, ex aequo, para:
- AQUELLA FOTOGRAFÍA, de Adriana-Cecilia Salcedo Jaramillo. (Santiago de Chile).
- PAPA, de Erick Hernández Morá. (Miami, Florida. U.S.A.).
Tercer Premio para: NOS VAMOS A MADRID, de Consuelo Gómez González. (Madrid).
Finalistas:
- CARTA A LUIS BRAILLE, de Elena Peralta Valero. (Madrid).
- SESION CONTINUA, de Javier Molina Palomino. (Madrid).
- UN TRAUMA INFANTIL, de Teresa Buzo Salas. (Sevilla).
- BESOS DE CINE, de Juan Carlos Pérez López. (Sevilla).
- LA P DE PRINCIPITO, de Eugenio Rey Huerta. (La Coruña).
- AQUEL SUEÑO, de Julia Jiménez Echenique. (Madrid).
Todo lo cual, como Secretaria, doy fe. Acta firmada en Madrid el 3 de abril de 2009 por,
Blanca del Cerro, PRESIDENTA.
Juana Castillo, SECRETARIA.
VOCALES:Arantxa Alonso. Mª Angeles de Andrés y Javier Burgos.
_____
Nota.- Los relatos se publicarán a partir del mes de mayo. La fecha les será comunicada a los premiados vía e-mail.

jueves, 7 de mayo de 2009

Un joven centenario: Francisco Ayala, escritor.

Con motivo del 103 aniversario del poeta Francisco Ayala, nacido el 16-III-1906, éste concedió una entrevista al diario El País que transcribo a continuación porque la considero digna de ser leída. Es de admirar la gran lucidez de este joven centenario.

El País
15 marzo 2009

CULTURA

FRANCISCO AYALA Escritor
Ayala, 103 años y con perfil en Facebook

"Tengo una memoria de segunda mano"

JUAN CRUZ - Madrid

"Le doy a la patria un valor accidental; no es esencia, sino circunstancia" "La vida es una invención, y la literatura, memoria perfeccionada" Tiene sobre la mesa una botella de whisky, The Glenrothes, de malta. Él está "relativamente bien, ahora que todo es relativo", y tiene 103 años, los cumple mañana. No pone ningún reparo para brindar a la una de la tarde con aquel whisky añoso. Luego nos llevarán él y su mujer, Carolyn Richmond, a un restaurante donde come media lubina. Durante las dos horas de almuerzo habrá consumido tres o cuatro vasos de buen vino. Celebra su cumpleaños Francisco Ayala, escritor español de todo el siglo XX, y ahora de nueve años del siglo XXI.

Se suele decir que cenaba dos manzanas y un whisky ("y ahora dos whiskys y una manzana") y es sólo una metáfora de su amor duradero por la bebida escocesa. Lo que come ahora, de noche, es yogur, y se desayuna con miel. La miel, cree él, es su secreto. "Sin la miel a lo mejor no estaría tan bien como estoy. ¡Y con el whisky!".

Da gusto estar con él; hubo un momento de nuestro encuentro en que ya se acabaron las fotografías e incluso las preguntas, y entonces él se dedicó a mirar a lo lejos, como si viniera de un gran cansancio. Entonces dijo:

- Así da gusto estar. La paz.

Aparte de la miel, y todo lo demás, lo que le mantiene excepcionalmente alerta es la memoria, y de su memoria quisimos hablar con él, en su comedor, rodeados de paredes blancas.

Pregunta. Así que 103 años y tan campante.

Respuesta. Bueno, con decir "estoy" ya está dicho todo. ¿Le parece poco? Estoy. Estoy así por la miel; he mejorado de un año a otro gracias a la miel.

P. Eso dice Carolyn.

R. ¡Ella lo cuenta todo! Pero ella es mi vida, literalmente. Y la miel: ¡ahora estoy como las abejas, fíjese toda la miel que he comido! Ahora bien, oigo mal, los tabiques no funcionan.

P. Pero funciona la memoria.

R. Ya no tanto. Yo tengo una memoria de segunda mano. Por ejemplo, usted empieza a contar, y yo me acuerdo en seguida de todo.

P. Por ejemplo, volvamos a Granada, después del exilio, en 1960. Así comienza usted Recuerdos y olvidos (Alianza Editorial), sus memorias.

R. Ah, ese momento. Había estado fuera toda una vida, y encontré recuerdos de tiempos remotos; lo que había no estaba antes, pero yo recordaba allí mi infancia, y veía todas las cosas de la infancia como si estuvieran allí presentes.

P. El primer momento de su exilio fue Argentina.

R. Si yo tuviera que decir recuerdos hermosos de mi vida estarían allí; Argentina es entrañable y propia.

P. Y allí hizo Realidad, una revista que intentó conciliar el exilio con el exilio interior...

R. La hice yo, pero quise que apareciera como responsable Francisco Romero, qué gran tipo. Él era un sevillano fantástico que convirtió su casa en un lugar andaluz en Buenos Aires. Él jamás dejó de ser de Sevilla.

P. Debe dejar una huella dolorosa dejar la patria de uno.

R. Cuando la tierra le expele a uno... Aunque allí nos acogieron con los brazos abiertos. Eso no me ha herido. Le doy a la patria un valor accidental, no es algo que afecte a la esencia de la persona, sino a su circunstancia.

P. Otro lugar de su memoria es Brasil, ese "país del futuro, y siempre lo será", que decía Stefan Zweig...

R. Ja, ja; está bien traído. Brasil tiene lo suyo. Me encontré muy a gusto allí; allí me relacioné con muchísima gente. Por allí estaba Gabriela Mistral, la poeta chilena. Una vez bailé con ella la conga; ahí tuve las manos sobre su cintura, fue lo más cerca que estuve de ella.

P. ¿Y qué se sentía?

R. ¿Con Gabriela Mistral? Nada, era una mujer antipatiquísima. ¡No pasó nada! Era muy farsante. Detestaba a su madre, que era una vasca severa y trabajadora, y le caía bien el padre, que era un chileno muy perdido... ¡No sé si alguien tuvo buena relación con ella alguna vez en el mundo!

P. Y después viene Nueva York...

[..."donde me conociste", dice Carolyn].

R. Ah, ¿te conocí allí? Ah, aquella escena que está en Recuerdos..., el incendio del pelo.

["Hablábamos, y una risa suya le hizo inclinar hacia atrás la cabeza... De pronto veo brotar una llama en su pelo. Su pelo se había prendido en una de las velas; y mi corazón ardía ya, desde ese momento mismo, con súbita violencia. Aquella muchacha era Carolyn Richmond"].

... Lo recuerdo, pero ahora tengo una memoria traidora, que inventa y miente.

P. Pero eso es la literatura.

R. La literatura es la vida y la vida es la literatura. La vida es una invención.

P. Y eso es la memoria.

R. La literatura es la memoria, pero perfeccionada. .. Ahora que lo saca, Nueva York es para mí un lugar extraño, ajeno a mi vida. Es el mundo más artificial que he conocido; me he sentido más tranquilo, más natural en otros sitios...

P. Antes de volver sostuvo con España una correspondencia periodística. ..

R. ["Rafael Conte le propuso que escribiera para Informaciones...", dice Carolyn]... Y qué iba a hacer, hice una serie de retratos de personajes que yo había conocido. Están en Recuerdos... Nunca tuve una relación muy íntima con nadie; siempre fui arisco... Nunca me he solidarizado a fondo con nadie.

P. Y volvió, en 1960. Fue cuando vio que este país tenía el color de las alas de mosca.

R. Era un país bastante soso, deprimente. Un país en blanco y negro. ¿Alegría al volver? No, no había ninguna alegría al retornar... La alegría es cuando esperas encontrar algo, y yo no esperaba encontrar nada que anhelara encontrar.

P. Y desde que le dieron el Cervantes, en 1991, no ha dejado usted de tener enfermedades. ..

R. Salgo de ellas, como se sale de los asaltos. Y aquí estoy otra vez... Fíjese mi cabeza [muestra la muesca de una operación], ¡ha sido un campo de batalla! Y siempre adelante.

P. Decía que este que le recibió era un país de color de ala de mosca. ¿Y ahora?

R. ["Ahora es en súper technicolor", dice Carolyn]... Ella me interpreta, me hace decir las cosas que yo no quiero, ja, ja.

P. ¿Y no es verdad, no ve usted así ahora este país?

R. Sí, claro que sí. Y dígalo otra vez. Carolina es mi vida, ¡pero literalmente!

P. Don Francisco, malos tiempos ahora.

R. Parece. La economía está fatal. No entiendo nada, ni aspiro a entender nada. Pero se ve, algo raro sucede con el capitalismo. ¿No lo ve usted así?

miércoles, 6 de mayo de 2009

In Memoriam. Adiós a Mari Trini, cantautora.

Mari Trini en una imagen de 2005 - Internet



Mari Trini alcanzó sus mayores éxitos hace más de 30 años, pero no se resignaba a que sólo se le recordara por sus obras de siempre, sino que seguía trabajando en la preparación de un concierto de despedida y en un libro de poemas. María Trinidad Pérez de Miravete Mille, más conocida artísticamente como Mari Trini, falleció el pasado 7 de abril a los 61 años en el hospital Morales Meseguer de Murcia sin poder concluir este proyecto.





CUANDO ME ACARICIAS

(Sus grandes éxitos - Volumen 1))

Cuando la lluvia cae

se funde el hielo

y cuando me acaricias

se quema el fuego

aún es tan temprano

nos queda tiempo

amor, no marches

que tengo miedo.


Cuando la lluvia cae

se funde el hielo.

Nos marcharemos lejos

de nuestro pueblo

tendremos una casa

de lluvia, amor y fuego,

por favor no marches

me quedaré en silencio.


Y destruiré la casa,

me quedaré... en el pueblo.

Olvida lo que dije,

amor, te quiero.

El sol está naciendo,

murió mi sueño.

La vida y las gentes

se están vistiendo

y tú tienes que irte

con todos ellos.

Te esperan tus amigos,

el campo, el sol y el viento.


Adiós, mi amor soñado,

tú sabes que... te quiero,

aquí está tu casa

de lluvia, amor y fuego.

La ra ra rá, la ra ra rá

la ra ra rai,

la ra ra ra ra rai,

la ra ra ra ra rai,

la ra ra ra ra rai


Adiós, mi amor soñado,

tú sabes que... te quiero,

aquí está tu casa

de lluvia, amor y fuego.

Cuando la lluvia cae

se funde el hielo.



In Memoriam. Adiós a Raúl Alfonsín, ex-presidente argentino.

Muere a los 82 años el ex presidente argentino Raúl Alfonsín.

Raúl Alfonsín, el ex presidente que sentó en el banquillo a los 15 jefes militares que protagonizaron la feroz dictadura argentina, acusados de 30.000 asesinatos y desapariciones, falleció el 31 de marzo, a los 82 años, en su domicilio de Buenos Aires. Alfonsín padecía un cáncer de pulmón, pero su larga enfermedad no suavizó la conmoción que han sufrido todos los sectores sociales, políticos e intelectuales del país.
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Nota.- Para saber más picad sobre el título, o sobre este enlace:

In Memoriam. Adiós a Corín Tellado

Imagen obtenida en Internet


Era la autora española más leída después de Miguel de Cervantes, y figuraba en el Libro Guinness de los Récords de la edición de 1994 como la escritora más vendida en lengua castellana... Pero, aún así, los "grandes" de la literatura no la tenían en gran consideración.
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Nota.- Para saber más de la autora pica sobre el título.

lunes, 4 de mayo de 2009

Autores consagrados, poesía: Alejandra Pizarnik

Imagen de Internet

LOS TRABAJOS Y LAS NOCHES (1965)
Alejandra Pizarnik


Tú eliges el lugar de la herida
en donde hablamos nuestro silencio.
Tú haces de mi vida
esta ceremonia demasiado pura.

Revelaciones

En la noche a tu lado
las palabras son claves, son llaves.
El deseo de morir es rey.

Que tu cuerpo sea siempre
un amado espacio de revelaciones.
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Nota.- Para saber más de la autora picad sobre el título.

Autores consagrados. Micro relato: Petronio.

Imagen de un pps

El lobo
Petronio - 27-66 d.C.
[Minicuento. Capítulo LXII del Satiricón]


Logré que uno de mis compañeros de hostería -un soldado más valiente que Plutón- me acompañara. Al primer canto del gallo, emprendimos la marcha; brillaba la luna como el sol a mediodía. Llegamos a unas tumbas. Mi hombre se para; empieza a conjurar astros; yo me siento y me pongo a contar las columnas y a canturrear. Al rato me vuelvo hacia mi compañero y lo veo desnudarse y dejar la ropa al borde del camino. De miedo se me abrieron las carnes; me quedé como muerto: Lo vi orinar alrededor de su ropa y convertirse en lobo.
Lobo, rompió a dar maullidos y huyó al bosque. Fui a recoger su ropa y vi que se había transformado en piedra. Desenvainé la espada y temblando llegué a casa. Melisa se extrañó de verme llegar a tales horas.
-Si hubieras llegado un poco antes -me dijo- hubieras podido ayudarnos: Un lobo ha penetrado en el redil y ha matado las ovejas; fue una verdadera carnicería; logró escapar, pero uno de los esclavos le atravesó el pescuezo con la lanza.
Al día siguiente volví por el camino de las tumbas. En lugar de la ropa petrificada había una mancha de sangre. Entré en la hostería; el soldado estaba tendido en un lecho. Sangraba como un buey; un médico estaba curándole el cuello.
_____
Nota.- Picad sobre el título para conocer más cosas del autor.

A la hora de escribir los maestros opinan



"La novela pertenece a mi intimidad: es mi manera de vivir, la forma en que me relaciono con la realidad. Puedo imaginarme fácilmente sin ser periodista, pero no me concibo sin las novelas. Si se me acabara ese tumulto de ensueños narrativos, ¿cómo me las iba a arreglar para seguir levantándome de la cama todos los días?" Rosa Montero.

Clarice Lispector: pinturas y reflexiones

Clarice Lispector - Miedo, 1975


"[...] Quiero poner en palabras pero sin descripción la existencia de la gruta que pinté hace algún tiempo, y no sé cómo. Sólo repitiendo su dulce horror, caverna del horror, caverna del terror y de las maravillas, lugar de las almas en pena, invierno e infierno, sustrato imprevisible del mal que está dentro de una tierra que no es fértil. Llamo a la gruta por su nombre y ella pasa a vivir con su miasma. Tengo miedo entonces de mí, que sé pintar el horror, yo, bicho de cavernas resonantes que soy, y me ahogo porque soy palabra y también su eco.[...] de Agua viva".

---o0o---
Tentativa de ser alegre - Clarice Lispector, 1975


"[...] Hoy he acabado el lienzo del que te hablé; líneas redondas que se entrecruzan con trazos finos y negros, y tú, que tienes la costumbre de querer saber por qué -el porqué no me interesa, la causa es la materia del pasado- te preguntarás ¿por qué los trazos negros y finos? Es por el mismo secreto que me hace escribir ahora como si fuese a ti, escribo redondo, enmarañado y tibio, pero a veces frío como los instantes frescos, agua del arroyo que tiembla siempre por sí misma. ¿Lo que he pintado en esa tela es susceptible de ser fraseado? Tanto como la palabra muda pueda estar implícita en el sonido musical.[...][...]Ésta es la vida vista por la vida. Puedo no tener sentido pero es la misma falta de sentido que tiene la vena que late. [...][...] No haber nacido animal es mi secreta nostalgia. Ellos a veces llaman de lejos a muchas generaciones y yo sólo puedo responder sintiéndome inquieta. Es la llamada.[...][...]Presta atención, te voy a hacer un favor: te invito a mudarte a un reino nuevo.[...]"
Clarice LISPECTOR

Lecturas autores consagrados: músicos de la época de Clarice Lipector. (Música electrónica).

Pierre Schaeffer - Etude Noire





Olivier Messiaen "Interlude"




Edgard Varèse, Arcana (part 1)


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EFEMÉRIDES QUE NO DEBEN DE SER OLVIDADAS

EFEMÉRIDES QUE NO DEBEN DE SER OLVIDADAS

14 de Febrero - DÍA DE SAN VALENTÍN

14 de Febrero - DÍA DE SAN VALENTÍN
Picad sobre la imagen para saber más de la historia del santo y de esta efeméride.

21 de marzo: Día Mundial de las Personas con Síndrome de Down

21 de marzo: Día Mundial de las Personas con Síndrome de Down
(Pica sobre la imagen).

21 de Marzo-Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial

21 de Marzo-Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial
(Pica sobre la imagen)

Agua para todos

Agua para todos
22 de Marzo, día Mundial del Agua

17 de Junio

17 de Junio
Día Mundial de lucha contra la Desertificación y la Sequía (Pica sobre la imagen)

22-IV-2011 - Día Mundial de la Tierra

22-IV-2011 - Día Mundial de la Tierra
(Pica sobre la imagen)

25 de Noviembre Día Internacional Contra la Violencia Hacia la Mujer

25 de Noviembre Día Internacional Contra la Violencia Hacia la Mujer
TODOS LOS DÍAS SON 25 DE NOVIEMBRE

Día de los derechos del Niño: 20-XI-09

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Parece un espacio mágico arrancado de El Cairo de Naguib Masouf o el Bagdad de Las mil y una noches, un remanso de paz en el que no se escuchan los cláxones de los automovilistas impetuosos que parecen dialogar entre ellos desde sus bocinas. La librería Behzad es un oasis, un lugar hermoso y desordenado repleto de libros, cuadros, mapas, postales, fotografías y polvo, sobre todo mucho polvo (el sello de Kabul), en el que cada objeto parece guardar un equilibro perfecto con el que tiene al lado. (Pica sobre la imagen).

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20 países la han ratificado, entre ellos España, Cuba, Ecuador, México, Panamá y Paraguay. (Pica sobre la foto).

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'La duquesa de Osuna' - Museo Romántico. Retrato familiar de la Duquesa de Osuna como dama de la Orden de Damas Nobles de la Reina María Luisa, Agustín Esteve (1796-1797).

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«¡Alá u-Akbar!» (¡Dios es el más grande!) es lo que exclamó rais Ali Farouk cuando entró, junto a José Manuel Galán, a la cámara mortuoria de Djehuty. Ante sus ojos se revelaba una imagen que nunca nadie «hubiera imaginado en sueños encontrar: una Capilla Sixtina del 1500 a.C», confesaba ayer Galán, director de la campaña arqueológica hispano-egipcia que lleva por nombre Proyecto Djehuty y que desde hace ocho años se desarrolla en la necrópolis de Dra Abu el-Naga, en la orilla occidental de Luxor (antigua Tebas)... (Pica sobre la imagen).

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Las autoridades mexicanas estudian la compra de una casa con vistas al mar en Acapulco, propiedad de los herederos de la fallecida coleccionista Dolores Olmedo, en cuyas paredes su amigo, el pintor Diego Rivera (1886-1957), dejó cinco murales con motivos prehispánicos. (Pica sobre la imagen).

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La Alcazaba de Almería abre al público uno de sus rincones más secretos: las mazmorras. La actividad denominada El espacio del mes, con la que el monumento ofrece una lectura más detallada sobre algún elemento del recinto con visita guiada, se ha ampliado ante la expectación que ha levantado este lugar de cautiverio. Las mazmorras pueden verse los miércoles, jueves y viernes de septiembre a las 18.30. (Pica sobre la imagen).

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"Quiero que el siglo XIX no se acabe nunca". La frase, en palabras de Guy Cogeval, director del Museo de Orsay, resume la misión que se ha marcado: poner patas arriba el mayor museo mundial de arte del XIX. Una auténtica revolución que ya ha comenzado y que supondrá el salto al siglo XXI de una institución que nació en 1986 como una de las mayores apuestas francesas en la historia del arte. Uno de los beneficiados será España: un centenar de joyas de Orsay aterrizarán el año próximo en la Fundación Mapfre de Madrid, como primera etapa de todo un periplo internacional. (Pica sobre la imagen).

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'El tormento de San Antonio', la que se supone que es la primera obra de Miguel Ángel Buonarroti, elaborada cuando tenía unos 12 años, ha sido comprada por un museo de Texas (EE UU), señala The Guardian. (Pica sobre la foto)

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Descubren el planeta extrasolar más pequeño, algo mayor que la Tierra. (Pica sobre imagen).

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Es un pequeño objeto dorado que Cosimo I de Medici, Duque de Florencia, levanta con la mano derecha en un óleo pintado en 1560 por Maso da San Friano. Este mecenas de las ciencias del siglo XVI mira al espectador 450 años después con cierta arrogancia. No es para menos, sostiene una pieza de tecnología punta de su tiempo: un reloj. (Pica sobre la foto).

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Guatemala, 13 sep (EFE).- Un grupo de biólogos marinos detectó la presencia de una especie de peces destructores en las costas del Caribe guatemalteco, cuya masiva reproducción podría poner en peligro al ser humano. (Pica sobre la imagen).

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La creación de esta divinidad menor hija de Zeus demuestra la importancia de esta ciencia desde la antigüedad -Año internacional de la Astronomía-. Los griegos de la antigüedad plasmaron los grandes misterios de la creación en una gran variedad de mitos. La Teogonía escrita por el poeta beocio Hesíodo en el siglo VII a. C. contiene los primeros relatos estructurados sobre el origen del universo, los dioses y el ser humano, partiendo de mitos y poemas procedentes de una tradición oral. Las musas eran divinidades menores hijas de Zeus y la titánide Mnemósine (la Memoria). Según Hesíodo eran nueve: "Ella dio a luz a nueve jóvenes de iguales pensamientos, aficionadas al canto y de corazón alegre, cerca de la más alta cumbre del nevado Olimpo". Se movían entre el Olimpo, al que eran llamadas a menudo por Zeus para alegrar sus fiestas, y el monte Helicón, donde formaban bellos coros y recorrían sus ríos y valles. (Pica sobre la imagen)

La NASA difunde unas fotos tomadas por las nuevas cámaras del telescopio Hubble

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Washington, 9 sep (EFE).- La NASA difundió hoy espectaculares fotografías de galaxias, estrellas y nebulosas captadas por las nuevas cámaras del telescopio espacial Hubble. (Picad sobre la imagen para saber más)