¿QUÉ BENEFICIOS SE OBTIENEN AL MATRICULARSE EN UN TALLER LITERARIO?

Preguntas como esta, o tales como:
- ¿Es bueno matricularse en un taller literario?
- ¿Qué me aporta el matricularme en un taller literario?
- ¿Seguro que se puede aprender a escribir en un taller literario?

Preguntas similares y muchas más las he estado escuchando los últimos seis años, los que tiene de vida el taller.
A quienes me las hacían, bien por correo electrónico, bien por teléfono, traté de sacarles de dudas lo mejor que supe o pude.
He de decir que, como tallerista que fui durante más de ocho años en uno de los más antiguos aparecidos en la ciudad de Madrid, más dos cursos en una escuela de prestigio diré que:
1.- Los genios literarios, salvo muy raras excepciones no nacen, se hacen a base de esfuerzo y trabajo constante (al igual que cualquier trabajador en la disciplina que sea: para ser realmente bueno es preciso constancia y trabajo).
2.- En todas las universidades anglosajonas, los talleres literarios son una asignatura más en las facultades de letras.
3.- Cualquiera que sepa redactar medianamente bien, y que tenga inquietudes literarias, puede ser un magnífico alumno.
4.- A un taller literario hay que llegar con humildad y con el pensamiento de que se va a aprender, no creyéndose de entrada un Cervantes o mejor que el insigne alcalaíno porque será un pésimo alumno que no se dejará corregir, se aburrirá y entorpecerá las clases.
5.- Quizá este punto debí ponerlo en el 1º o 2º lugar. Escribir es: CORREGIR, CORREGIR, CORREGIR y CORREGIR, de tal modo que el texto quede pulido, tanto como una pista de patinaje por la que, el lector, deslice la vista y no se encuentre obstáculo alguno que le haga desechar la obra que tiene entre manos bien por aburrimiento, falta de comprensión, exceso de rimas...
6.- Y por último, para no aburrir como pongo más arriba, quien desee escribir, llegar a tener un estilo propio, debe leer mucho y bien, es decir: beber de los autores clásicos y contemporáneos pero no sólo ir a conocer el argumento, sino ver las figuras retóricas empleadas, el tono, el estilo, las formas de lenguaje... Es necesario hacer un estudio en profundidad e, incluso, intentar parecérsele (con los ejercicios de intertextualidad) y, cuando menos se lo espere, habrá llegado, si no a la cumbre, sí a empezar la escalada de esa montaña que, aunque parezca que no, se conseguirá con tesón.

Un saludo, Juana Castillo


jueves, 31 de enero de 2008

A vueltas con la retórica: JITANJÁFORAS


Mal sueño
Pepi Núñez


Caminaba lentamente por la lleca, pese a que la persistente villua, cada vez le papeabe más su larga espermina. A ella no parele que le importara. Absorta en sus mirrinios no sentía la humiflia. Llegó a su portal y cachirrando subió rápidamente por las refugias, buscó la yetra y abrió la puerta. Sus gifod se dirigieron a la cuflinda, allí puso agua al kirón para hacer un xu. Entonces fue cuando klito que estaba japlada. Se fue rápidamente al trayo y se duchó con el huca muy caliente. Se puso un braso albornoz y se cuchifló una toalla en su lopasa. Volvió a la clipae y apagó el gifo. Se sentó y esperó que se atruyose el yan. Poco a poco su bujeo fue entrando en folón, pero sus pensamientos wentasan en la oficina. Bichabla en la última imagen que ñapia visto. No podía duflarla, quizás debió ruparse, pero el miedo la quicharró. Ahora ya no mifua volver. Cuchuflando ya lo habría descubierto el girso de seguridad. Plinfió miedo, debía calmarse. Dantuma, si mañana todo saranda aclarado y a ella le jamafera un mal sueño.


A vueltas con la retórica: JITANJÁFORAS


Un peligroso piesteo
Cristina Ghiorghiu


Padentenía una radela clase de afectosis . Eso le hacía sensicionarse difesinto, esbolial, como si fuese "El Eliniado". Piesteaba por la calle ejando a su piesteo una estela de egomiento. Su radela no lo amilanaba, blanconegro, lo engrandecía. Se reflectía en todos los pulipejos, se creía sobredinario. Un día, de tanto piestear sin cubrimentos en plenas niefrías, empeoró su afectosis. Eso fue su finclusión, matenerse en casa al cubrimento del brasenillo, suponía que nadie lo pulipejearía, su radela se tornaba redicorta. En enero, con niefrías de dos palmos, salió a piestear. La despertora siguiente expinió, sus pulmones no agotieron su ego.





A vueltas con la retórica: JITANJÁFORAS

Figimon, Modest CUIXART

La pantalera manchurrada
Nines de Andrés


El pequejuno de la saca de la praturela, por la matinelina, con el soletero doletando en la fucara, salito en el barrutero y picajeando la chuluteca se manchurró la pantalera.
¿Qué has pifilado pequejuno? Ahora tentiraré que restregatar mucho y la pantalera nuneca la tenedriremos como al casur del alcamasacen. No vamos a contineter para los dimaningos y habrá que continentar una pantalera de novetalines en las rebanitas.



miércoles, 30 de enero de 2008

NOTICIA: Las alumnas y la profesora publican en la Revista virtual Margen Cero.

Una foto, tres historias diferentes.
Leer en:
Las alumnas:

Cristina GHIORGHIU LORENTE envió el relato "Un recuerdo en sepia".

Pepi NÚÑEZ PÉREZ participa con el relato titulado: "La cómoda".

También yo, Juana Castillo Escobar, la profesora, participé con el relato: "Primavera del 37".

Estas historias, inspiradas a la vista de la fotografía que os mostramos más arriba, propuesta hecha por Carmen López León, coordinadora de este espacio de escritura colectiva, cuyo título global es: Pretérito futuro: tiempo para escribir, podéis leerlas y/o participar en: http://www.margencero.com/

lunes, 28 de enero de 2008

Tema I: una anécdota


Pudor Vecinal
Thaï de Arriba

El sótano en el que vivo tiene una puerta que da al patio y es allí donde tienden la ropa todas las pulcras vecinas de mi comunidad. Una tarde, estando en la cocina, un intrigante sonido metálico me sobresaltó pues no supe a qué achacarlo. Descubrí, mirando por la ventana, que era producto de un ingenio pudoroso y sencillo: un hilo, en cuyo extremo había atado un gancho, golpeaba contra el suelo en un intento denodado por hacerse con unas bragas XL.





Con disimulo

Thaï de Arriba


Esperaba en la cola de la frutería cuando oí un ruido extraño, algo así como una piedra cayendo sobre el mármol. Me giré hacia la caja y entreví la mano pecadora: volvía hacia la espalda, adoptando una postura normal y en absoluto sospechosa. En el lugar de donde provino el ruido hallé un hueso de albaricoque y comprendí, mientras miraba a aquella señora masticar, que todo formaba parte de un robo con disimulo.

domingo, 20 de enero de 2008

Lecturas autores consagrados



LA CARTA ROBADA
Edgar Allan POE


Nil sapientiae odiosius acumine nimio.
Séneca


Me hallaba en París en el otoño de 18... Una noche, después de una tarde ventosa, gozaba del doble placer de la meditación y de una pipa de espuma de mar, en compañía de mi amigo C. Auguste Dupin, en su pequeña biblioteca o gabinete de estudios del n.° 33, rue Dunót, au troisiéme, Fau-bourg Saint-Germain. Llevábamos más de una hora en profundo silencio, y cualquier observador casual nos hubiera creído exclusiva y profundamente dedicados a estudiar las onduladas capas de humo que llenaban la atmósfera de la sala. Por mi parte, me había entregado a la discusión mental de ciertos tópicos sobre los cuales habíamos departido al comienzo de la velada; me refiero al caso de la rue Morgue y al misterio del asesinato de Marie Rogét. No dejé de pensar, pues, en una coincidencia, cuando vi abrirse la puerta para dejar paso a nuestro viejo conocido monsieur G..., el prefecto de la policía de París.
Lo recibimos cordialmente, pues en aquel hombre había tanto de despreciable como de divertido, y llevábamos varios años sin verlo. Como habíamos estado sentados en la oscuridad, Dupin se levantó para encender una lámpara, pero volvió a su asiento sin hacerlo cuando G... nos hizo saber que venía a consultarnos, o, mejor dicho, a pedir la opinión de mi amigo sobre cierto asunto oficial que lo preocupaba grandemente.
-Si se trata de algo que requiere reflexión -observó Dupin, absteniéndose de dar fuego a la mecha- será mejor examinarlo en la oscuridad.
-He aquí una de sus ideas raras -dijo el prefecto, para quien todo lo que excedía su comprensión era «raro», por lo cual vivía rodeado de una verdadera legión de «rarezas».
-Muy cierto -repuso Dupin, entregando una pipa a nuestro visitante y ofreciéndole un confortable asiento.
-¿Y cuál es la dificultad? -pregunté-. Espero que no sea otro asesinato.
-¡Oh, no, nada de eso! Por cierto que es un asunto muy sencillo y no dudo de que podremos resolverlo perfectamente bien por nuestra cuenta; de todos modos pensé que a Dupin le gustaría conocer los detalles, puesto que es un caso muy raro.
-Sencillo y raro -dijo Dupin.
-Justamente. Pero tampoco es completamente eso. A decir verdad, todos estamos bastante confundidos, ya que la cosa es sencillísima y, sin embargo, nos deja perplejos.
-Quizá lo que los induce a error sea precisamente la sencillez del asunto -observó mi amigo.
-¡Qué absurdos dice usted! -repuso el prefecto, riendo a carcajadas.
-Quizá el misterio es un poco demasiado sencillo -dijo Dupin.
-¡Oh, Dios mío! ¿Cómo se le puede ocurrir semejante idea?
-Un poco demasiado evidente.
-¡Ja, ja! ¡Oh, oh! -reía el prefecto, divertido hasta más no poder-. Dupin, usted acabará por hacerme morir de risa.
-Veamos, ¿de qué se trata? -pregunté.
-Pues bien, voy a decírselo -repuso el prefecto, aspirando profundamente una bocanada de humo e instalándose en un sillón-. Puedo explicarlo en pocas palabras, pero antes debo advertirles que el asunto exige el mayor secreto, pues si se supiera que lo he confiado a otras personas podría costarme mi actual posición.
-Hable usted -dije.
-O no hable -dijo Dupin.
-Está bien. He sido informado personalmente, por alguien que ocupa un altísimo puesto, de que cierto documento de la mayor importancia ha sido robado en las cámaras reales. Se sabe quién es la persona que lo ha robado, pues fue vista cuando se apoderaba de él. También se sabe que el documento continúa en su poder.
-¿Cómo se sabe eso? -preguntó Dupin.
-Se deduce claramente -repuso el prefecto- de la naturaleza del documento y de que no se hayan producido ciertas consecuencias que tendrían lugar inmediatamente después que aquél pasara a otras manos; vale decir, en caso de que fuera empleado en la forma en que el ladrón ha de pretender hacerlo al final.
-Sea un poco más explícito -dije.
-Pues bien, puedo afirmar que dicho papel da a su poseedor cierto poder en cierto lugar donde dicho poder es inmensamente valioso.
El prefecto estaba encantado de su jerga diplomática.
-Pues sigo sin entender nada -dijo Dupin.
-¿No? Veamos: la presentación del documento a una tercera persona que no nombraremos pondría sobre el tapete el honor de un personaje de las más altas esferas, y ello da al poseedor del documento un dominio sobre el ilustre personaje cuyo honor y tranquilidad se ven de tal modo amenazados.
-Pero ese dominio -interrumpí- dependerá de que el ladrón supiera que dicho personaje lo conoce como tal. ¿Y quién osaría...?
-El ladrón -dijo G...- es el ministro D..., que se atreve a todo, tanto en lo que es digno como lo que es indigno de un hombre. La forma en que cometió el robo es tan ingeniosa como audaz. El documento en cuestión (una carta, para ser francos) fue recibido por la persona robada mientras se hallaba a solas en el boudoir real. Mientras la leía, se vio repentinamente interrumpida por la entrada de la otra eminente persona, a la cual la primera deseaba ocultar especialmente la carta. Después de una apresurada y vana tentativa de esconderla en un cajón, debió dejarla, abierta como estaba, sobre una mesa. Como el sobrescrito había quedado hacia arriba y no se veía el contenido, la carta podía pasar sin ser vista. Pero en ese momento aparece el ministro D... Sus ojos de lince perciben inmediatamente el papel, reconoce la escritura del sobrescrito, observa la confusión de la persona en cuestión y adivina su secreto. Luego de tratar algunos asuntos en la forma expeditiva que le es usual, extrae una carta parecida a la que nos ocupa, la abre, finge leerla y la coloca luego exactamente al lado de la otra. Vuelve entonces a departir sobre las cuestiones públicas durante un cuarto de hora. Se levanta, finalmente, y, al despedirse, toma la carta que no le pertenece. La persona robada ve la maniobra, pero no se atreve a llamarle la atención en presencia de la tercera, que no se mueve de su lado. El ministro se marcha, dejando sobre la mesa la otra carta sin importancia.
-Pues bien -dijo Dupin, dirigiéndose a mí-, ahí tiene usted lo que se requería para que el dominio del ladrón fuera completo: éste sabe que la persona robada lo conoce como el ladrón.
-En efecto -dijo el prefecto-, y el poder así obtenido ha sido usado en estos últimos meses para fines políticos, hasta un punto sumamente peligroso. La persona robada está cada vez más convencida de la necesidad de recobrar su carta. Pero, claro está, una cosa así no puede hacerse abiertamente. Por fin, arrastrada por la desesperación, dicha persona me ha encargado de la tarea.
-Para la cual -dijo Dupin, envuelto en un perfecto torbellino de humo- no podía haberse deseado, o siquiera imaginado, agente más sagaz.
-Me halaga usted -repuso el prefecto-, pero no es imposible que, en efecto, se tenga de mí tal opinión.
-Como hace usted notar -dije-, es evidente que la carta sigue en posesión del ministro, pues lo que le confiere su poder es dicha posesión y no su empleo. Apenas empleada la carta, el poder cesaría.
-Muy cierto -convino G...-. Mis pesquisas se basan en esa convicción. Lo primero que hice fue registrar cuidadosamente la mansión del ministro, aunque la mayor dificultad residía en evitar que llegara a enterarse. Se me ha prevenido que, por sobre todo, debo impedir que sospeche nuestras intenciones, lo cual sería muy peligroso.
-Pero usted tiene todas las facilidades para ese tipo de investigaciones -dije-. No es la primera vez que la policía parisiense las practica.
-¡Oh, naturalmente! Por eso no me preocupé demasiado. Las costumbres del ministro me daban, además, una gran ventaja. Con frecuencia pasa la noche fuera de su casa. Los sirvientes no son muchos y duermen alejados de los aposentos de su amo; como casi todos son napolitanos, es muy fácil inducirlos a beber copiosamente. Bien saben ustedes que poseo llaves con las cuales puedo abrir cualquier habitación de París. Durante estos tres meses no ha pasado una noche sin que me dedicara personalmente a registrar la casa de D... Mi honor está en juego y, para confiarles un gran secreto, la recompensa prometida es enorme. Por eso no abandoné la búsqueda hasta no tener la completa seguridad de que el ladrón es más astuto que yo. Estoy seguro de haber mirado en cada rincón posible de la casa donde la carta podría haber sido escondida.
-¿No sería posible -pregunté- que si bien la carta se halla en posesión del ministro, como parece incuestionable, éste la haya escondido en otra parte que en su casa?
-Es muy poco probable -dijo Dupin-. El peculiar giro de los asuntos actuales en la corte, y especialmente de las intrigas en las cuales se halla envuelto D..., exigen que el documento esté a mano y que pueda ser exhibido en cualquier momento; esto último es tan importante como el hecho mismo de su posesión.
-¿Que el documento pueda ser exhibido? -pregunté.
-Si lo prefiere, que pueda ser destruido -dijo Dupin.
-Pues bien -convine-, el papel tiene entonces que estar en la casa. Supongo que podemos descartar toda idea de que el ministro lo lleve consigo.
-Por supuesto -dijo el prefecto-. He mandado detenerlo dos veces por falsos salteadores de caminos y he visto personalmente cómo le registraban.
-Pudo usted ahorrarse esa molestia -dijo Dupin-. Supongo que D... no está completamente loco y que ha debido prever esos falsos asaltos como una consecuencia lógica.
-No está completamente loco -dijo G...-, pero es un poeta, lo que en mi opinión viene a ser más o menos lo mismo.
-Cierto -dijo Dupin, después de aspirar una profunda bocanada de su pipa de espuma de mar-, aunque, por mi parte, me confieso culpable de algunas malas rimas.
-¿Por qué no nos da detalles de su requisición? -pregunté.
-Pues bien; como disponíamos del tiempo necesario, buscamos en todas partes. Tengo una larga experiencia en estos casos. Revisé íntegramente la mansión, cuarto por cuarto, dedicando las noches de toda una semana a cada aposento. Primero examiné el moblaje. Abrimos todos los cajones; supongo que no ignoran ustedes que, para un agente de policía bien adiestrado, no hay cajón secreto que pueda escapársele. En una búsqueda de esta especie, el hombre que deja sin ver un cajón secreto es un imbécil. ¡Son tan evidentes! En cada mueble hay una cierta masa, un cierto espacio que debe ser explicado. Para eso tenemos reglas muy precisas. No se nos escaparía ni la quincuagésima parte de una línea. Terminada la inspección de armarios pasamos a las sillas. Atravesamos los almohadones con esas largas y finas agujas que me han visto ustedes emplear. Levantamos las tablas de las mesas.
-¿Por qué?
-Con frecuencia, la persona que desea esconder algo levanta la tapa de una mesa o de un mueble similar, hace un orificio en cada una de las patas, esconde el objeto en cuestión y vuelve a poner la tabla en su sitio. Lo mismo suele hacerse en las cabeceras y postes de las camas.
-Pero ¿no puede localizarse la cavidad por el sonido? -pregunté.
-De ninguna manera si, luego de haberse depositado el objeto, se lo rodea con una capa de algodón. Además, en este caso estábamos forzados a proceder sin hacer ruido.
-Pero es imposible que hayan ustedes revisado y desarmado todos los muebles donde pudo ser escondida la carta en la forma que menciona. Una carta puede ser reducida a un delgadísimo rollo, casi igual en volumen al de una aguja larga de tejer, y en esa forma se la puede insertar, por ejemplo, en el travesaño de una silla. ¿Supongo que no desarmaron todas las sillas?
-Por supuesto que no, pero hicimos algo mejor: examinamos los travesaños de todas las sillas de la casa y las junturas de todos los muebles con ayuda de un poderoso microscopio. Si hubiera habido la menor señal de un reciente cambio, no habríamos dejado de advertirlo instantáneamente. Un simple grano de polvo producido por un barreno nos hubiera saltado a los ojos como si fuera una manzana. La menor diferencia en la encoladura, la más mínima apertura en los ensamblajes, hubiera bastado para orientarnos.
-Supongo que miraron en los espejos, entre los marcos y el cristal, y que examinaron las camas y la ropa de la cama, así como los cortinados y las alfombras.
-Naturalmente, y luego que hubimos revisado todo el moblaje en la misma forma minuciosa, pasamos a la casa misma. Dividimos su superficie en compartimentos que numeramos, a fin de que no se nos escapara ninguno; luego escrutamos cada centímetro cuadrado, incluyendo las dos casas adyacentes, siempre ayudados por el microscopio.
-¿Las dos casas adyacentes? -exclamé-. ¡Habrán tenido toda clase de dificultades!
-Sí. Pero la recompensa ofrecida es enorme.
-¿Incluían ustedes el terreno contiguo a las casas?
-Dicho terreno está pavimentado con ladrillos. No nos dio demasiado trabajo comparativamente, pues examinamos el musgo entre los ladrillos y lo encontramos intacto.
-¿Miraron entre los papeles de D..., naturalmente, y en los libros de la biblioteca?
-Claro está. Abrimos todos los paquetes, y no sólo examinamos cada libro, sino que lo hojeamos cuidadosamente, sin conformarnos con una mera sacudida, como suelen hacerlo nuestros oficiales de policía. Medimos asimismo el espesor de cada encuadernación, escrutándola luego de la manera más detallada con el microscopio. Si se hubiera insertado un papel en una de esas encuadernaciones, resultaría imposible que pasara inadvertido. Cinco o seis volúmenes que salían de manos del encuadernador fueron probados longitudinalmente con las agujas.
-¿Exploraron los pisos debajo de las alfombras?
-Sin duda. Levantamos todas las alfombras y examinamos las planchas con el microscopio.
-¿Y el papel de las paredes?
-Lo mismo.
-¿Miraron en los sótanos?
-Miramos.
-Pues entonces -declaré- se ha equivocado usted en sus cálculos y la carta no está en la casa del ministro.
-Me temo que tenga razón -dijo el prefecto-. Pues bien, Dupin, ¿qué me aconseja usted?
-Revisar de nuevo completamente la casa.
-¡Pero es inútil! -replicó-. Tan seguro estoy de que respiro como de que la carta no está en la casa.
-No tengo mejor consejo que darle -dijo Dupin-. Supongo que posee usted una descripción precisa de la carta.
-¡Oh, sí!
Luego de extraer una libreta, el prefecto procedió a leernos una minuciosa descripción del aspecto interior de la carta, y especialmente del exterior. Poco después de terminar su lectura se despidió de nosotros, desanimado como jamás lo había visto antes.
Un mes más tarde nos hizo otra visita y nos encontró ocupados casi en la misma forma que la primera vez. Tomó posesión de una pipa y un sillón y se puso a charlar de cosas triviales. Al cabo de un rato le dije:
-Veamos, G..., ¿qué pasó con la carta robada? Supongo que, por lo menos, se habrá convencido de que no es cosa fácil sobrepujar en astucia al ministro.
-¡El diablo se lo lleve! Volví a revisar su casa, como me lo había aconsejado Dupin, pero fue tiempo perdido. Ya lo sabía yo de antemano.
-¿A cuánto dijo usted que ascendía la recompensa ofrecida? -preguntó Dupin.
-Pues..., a mucho dinero..., muchísimo. No quiero decir exactamente cuánto, pero eso sí, afirmo que estaría dispuesto a firmar un cheque por cincuenta mil francos a cualquiera que me consiguiese esa carta. El asunto va adquiriendo día a día más importancia, y la recompensa ha sido recientemente doblada. Pero, aunque ofrecieran tres veces esa suma, no podría hacer más de lo que he hecho.
-Pues..., la verdad... -dijo Dupin, arrastrando las palabras entre bocanadas de humo-, me parece a mí, G..., que usted no ha hecho... todo lo que podía hacerse. ¿No cree que... aún podría hacer algo más, eh?
-¿Cómo? ¿En qué sentido?
-Pues..., puf..., podría usted..., puf, puf..., pedir consejo en este asunto..., puf, puf, puf... ¿Se acuerda de la historia que cuentan de Abernethy?
-No. ¡Al diablo con Abernethy!
-De acuerdo. ¡Al diablo, pero bienvenido! Érase una vez cierto avaro que tuvo la idea de obtener gratis el consejo médico de Abernethy. Aprovechó una reunión y una conversación corrientes para explicar un caso personal como si se tratara del de otra persona. «Supongamos que los síntomas del enfermo son tales y cuales», dijo. «Veamos, doctor: ¿qué le aconsejaría usted hacer?» «Lo que yo le aconsejaría», repuso Abernethy, «es que consultara a un médico.»
-¡Vamos! -exclamó el prefecto, bastante desconcertado-. Estoy plenamente dispuesto a pedir consejo y a pagar por él. De verdad, daría cincuenta mil francos a quienquiera que me ayudara en este asunto.
-En ese caso -replicó Dupin, abriendo un cajón y sacando una libreta de cheques-, bien puede usted llenarme un cheque por la suma mencionada. Cuando lo haya firmado le entregaré la carta.
Me quedé estupefacto. En cuanto al prefecto, parecía fulminado. Durante algunos minutos fue incapaz de hablar y de moverse, mientras contemplaba a mi amigo con ojos que parecían salírsele de las órbitas y con la boca abierta. Recobrándose un tanto, tomó una pluma y, después de varias pausas y abstraídas contemplaciones, llenó y firmó un cheque por cincuenta mil francos, extendiéndolo por encima de la mesa a Dupin. Éste lo examinó cuidadosamente y lo guardó en su cartera; luego, abriendo un escritorio, sacó una carta y la entregó al prefecto. Nuestro funcionario la tomó en una convulsión de alegría, la abrió con manos trémulas, lanzó una ojeada a su contenido y luego, lanzándose vacilante hacia la puerta, desapareció bruscamente del cuarto y de la casa, sin haber pronunciado una sílaba desde el momento en que Dupin le pidió que llenara el cheque.
Una vez que se hubo marchado, mi amigo consintió en darme algunas explicaciones.
-La policía parisiense es sumamente hábil a su manera -dijo-. Es perseverante, ingeniosa, astuta y muy versada en los conocimientos que sus deberes exigen. Así, cuando G... nos explicó su manera de registrar la mansión de D..., tuve plena confianza en que había cumplido una investigación satisfactoria, hasta donde podía alcanzar.
-¿Hasta donde podía alcanzar? -repetí.
-Sí -dijo Dupin-. Las medidas adoptadas no solamente eran las mejores en su género, sino que habían sido llevadas a la más absoluta perfección. Si la carta hubiera estado dentro del ámbito de su búsqueda, no cabe la menor duda de que los policías la hubieran encontrado.
Me eché a reír, pero Dupin parecía hablar muy en serio.
-Las medidas -continuó- eran excelentes en su género, y fueron bien ejecutadas; su defecto residía en que eran inaplicables al caso y al hombre en cuestión. Una cierta cantidad de recursos altamente ingeniosos constituyen para el prefecto una especie de lecho de Procrusto, en el cual quiere meter a la fuerza sus designios. Continuamente se equivoca por ser demasiado profundo o demasiado superficial para el caso, y más de un colegial razonaría mejor que él. Conocí a uno que tenía ocho años y cuyos triunfos en el juego de «par e impar» atraían la admiración general. El juego es muy sencillo y se juega con bolitas. Uno de los contendientes oculta en la mano cierta cantidad de bolitas y pregunta al otro: «¿Par o impar?». Si éste adivina correctamente, gana una bolita; si se equivoca, pierde una. El niño de quien hablo ganaba todas las bolitas de la escuela. Naturalmente, tenía un método de adivinación que consistía en la simple observación y en el cálculo de la astucia de sus adversarios. Supongamos que uno de éstos sea un perfecto tonto y que, levantando la mano cerrada, le pregunta: «¿Par o impar?». Nuestro colegial responde: «Impar», y pierde, pero a la segunda vez gana, por cuanto se ha dicho a sí mismo: «El tonto tenía pares la primera vez, y su astucia no va más allá de preparar impares para la segunda vez. Por lo tanto, diré impar». Lo dice, y gana. Ahora bien, si le toca jugar con un tonto ligeramente superior al anterior, razonará en la siguiente forma: «Este muchacho sabe que la primera vez elegí impar, y en la segunda se le ocurrirá como primer impulso pasar de par a impar, pero entonces un nuevo impulso le sugerirá que la variación es demasiado sencilla, y finalmente se decidirá a poner bolitas pares como la primera vez. Por lo tanto, diré pares». Así lo hace, y gana. Ahora bien, esta manera de razonar del colegial, a quien sus camaradas llaman «afortunado», ¿en qué consiste si se la analiza con cuidado?
-Consiste -repuse- en la identificación del intelecto del razonador con el de su oponente.
-Exactamente -dijo Dupin-. Cuando pregunté al muchacho de qué manera lograba esa total identificación en la cual residían sus triunfos, me contestó: «Si quiero averiguar si alguien es inteligente, o estúpido, o bueno, o malo, y saber cuáles son sus pensamientos en ese momento, adapto lo más posible la expresión de mi cara a la de la suya, y luego espero hasta ver qué pensamientos o sentimientos surgen en mi mente o en mi corazón, coincidentes con la expresión de mi cara». Esta respuesta del colegial está en la base de toda la falsa profundidad atribuida a La Rochefoucauld, La Bruyére, Maquiavelo y Campanella.
-Si comprendo bien -dije- la identificación del intelecto del razonador con el de su oponente depende de la precisión con que se mida la inteligencia de este último.
-Depende de ello para sus resultados prácticos -replicó Dupin-, y el prefecto y sus cohortes fracasan con tanta frecuencia, primero por no lograr dicha identificación y segundo por medir mal (o, mejor dicho, por no medir) el intelecto con el cual se enfrentan. Sólo tienen en cuenta sus propias ideas ingeniosas y, al buscar alguna cosa oculta, se fijan solamente en los métodos que ellos hubieran empleado para ocultarla. Tienen mucha razón en la medida en que su propio ingenio es fiel representante del de la masa; pero, cuando la astucia del malhechor posee un carácter distinto de la suya, aquél los derrota, como es natural. Esto ocurre siempre cuando se trata de una astucia superior a la suya y, muy frecuentemente, cuando está por debajo. Los policías no admiten variación de principio en sus investigaciones; a lo sumo, si se ven apurados por algún caso insólito, o movidos por una recompensa extraordinaria, extienden o exageran sus viejas modalidades rutinarias, pero sin tocar los principios. Por ejemplo, en este asunto de D..., ¿qué se ha hecho para modificar el principio de acción? ¿Qué son esas perforaciones, esos escrutinios con el microscopio, esa división de la superficie del edificio en centímetros cuadrados numerados? ¿Qué representan sino la aplicación exagerada del principio o la serie de principios que rigen una búsqueda, y que se basan a su vez en una serie de nociones sobre el ingenio humano, a las cuales se ha acostumbrado el prefecto en la prolongada rutina de su tarea? ¿No ha advertido que G... da por sentado que todo hombre esconde una carta, si no exactamente en un agujero practicado en la pata de una silla, por lo menos en algún agujero o rincón sugerido por la misma línea de pensamiento que inspira la idea de esconderla en un agujero hecho en la pata de una silla? Observe asimismo que esos escondrijos rebuscados sólo se utilizan en ocasiones ordinarias, y sólo serán elegidos por inteligencias igualmente ordinarias; vale decir que en todos los casos de ocultamiento cabe presumir, en primer término, que se ha efectuado dentro de esas líneas; por lo tanto, su descubrimiento no depende en absoluto de la perspicacia, sino del cuidado, la paciencia y la obstinación de los buscadores; y si el caso es de importancia (o la recompensa magnífica, lo cual equivale a la misma cosa a los ojos de los policías), las cualidades aludidas no fracasan jamás. Comprenderá usted ahora lo que quiero decir cuando sostengo que si la carta robada hubiese estado escondida en cualquier parte dentro de los límites de la pesquisición del prefecto (en otras palabras, si el principio rector de su ocultamiento hubiera estado comprendido dentro de los principios del prefecto) hubiera sido descubierta sin la más mínima duda. Pero nuestro funcionario ha sido mistificado por completo, y la remota fuente de su derrota yace en su suposición de que el ministro es un loco porque ha logrado renombre como poeta. Todos los locos son poetas en el pensamiento del prefecto, de donde cabe considerarlo culpable de un non distributio medii por inferir de lo anterior que todos los poetas son locos.
-Pero ¿se trata realmente del poeta? -pregunté-. Sé que D... tiene un hermano, y que ambos han logrado reputación en el campo de las letras. Creo que el ministro ha escrito una obra notable sobre el cálculo diferencial. Es un matemático y no poeta.
-Se equivoca usted. Lo conozco bien, y sé que es ambas cosas. Como poeta y matemático es capaz de razonar bien, tanto que como mero matemático no hubiera sido capaz de hacerlo y habría quedado a merced del prefecto.
-Me sorprenden esas opiniones -dije-, que el consenso universal contradice. Supongo que no pretende usted aniquilar nociones que tienen siglos de existencia sancionada. La razón matemática fue considerada siempre como la razón por excelencia.
-II y a à parier -replicó Dupin, citando a Chamfort- que toute idée publique, toute convention reçue est une sottise, car elle a convenu au plus grand nombre. Le aseguro que los matemáticos han sido los primeros en difundir el error popular cual alude usted, y que no por difundido deja de ser un error. Con arte digno de mejor causa han introducido, por ejemplo, el término «análisis» en las operaciones algebraicas. Los franceses son los causantes de este engaño, pero si un término tiene alguna importancia, si las palabras derivan su valor de su aplicación, entonces concedo que «análisis» abarca «álgebra», tan como en latín ambitus implica «ambición»; religio, “religión” u bomines honesti, la clase de las gentes honorables.
-Me temo que se malquiste usted con algunos de los algebristas de París. Pero continúe.
-Niego la validez y, por tanto, los resultados de una razón cultivada por cualquier procedimiento especial que no sea el lógico abstracto. Niego, en particular, la razón extraída del estudio matemático. Las matemáticas constituyen la ciencia de la forma y la cantidad; el razonamiento matemático es simplemente la lógica aplicada a la observación de la forma y la cantidad. El gran error está en suponer que incluso las verdades de 1o que se denomina álgebra pura constituyen verdades abstractas o generales. Y este error es tan enorme que me asombra se haya aceptado universalmente. Los axiomas matemáticos no son axiomas de validez general. Lo que es cierto de la relación (de 1a forma y la cantidad) resulta con frecuencia erróneo aplicado, por ejemplo, a la moral. En esta última ciencia suele no ser cierto que el todo sea igual a la suma de las partes. Tampoco en química este axioma se cumple. En la consideración de los móviles falla igualmente, pues dos móviles de un valor dado no alcanzan necesariamente al sumarse un valor equivalente a la suma de sus valores. Hay muchas otras verdades matemáticas que sólo son tales dentro de los límites de la relación. Pero el matemático, llevado por el hábito, arguye, basándose en sus verdades finitas, como si tuvieran una aplicación general, cosa que por lo demás la gente acepta y cree. En su erudita Mitología, Bryant alude a una análoga fuente de error cuando señala que, «aunque no se cree en las fábulas paganas, solemos olvidarnos de ello y extraemos consecuencias como si fueran realidades existentes». Pero, para los algebristas, que son realmente paganos, las «fábulas paganas» constituyen materia de credulidad, y las inferencias que de ellas extraen no nacen de un descuido de la memoria sino de un inexplicable reblandecimiento mental. Para resumir: jamás he encontrado a un matemático en quien se pudiera confiar fuera de sus raíces y sus ecuaciones, o que no tuviera por artículo de fe que x2 + px es absoluta e incondicionalmente igual a q. Por vía de experimento, diga a uno de esos caballeros que, en su opinión, podrían darse casos en que xz + px no fuera absolutamente igual a q; pero, una vez que le haya hecho comprender lo que quiere decir, sálgase de su camino lo antes posible, porque es seguro que tratará de golpearlo.
»Lo que busco indicar -agregó Dupin, mientras yo reía de sus últimas observaciones- es que, si el ministro hubiera sido sólo un matemático, el prefecto no se habría visto en la necesidad de extenderme este cheque. Pero sé que es tanto matemático como poeta, y mis medidas se han adaptado a sus capacidades, teniendo en cuenta las circunstancias que lo rodeaban. Sabía que es un cortesano y un audaz intrigant. Pensé que un hombre semejante no dejaría de estar al tanto de los métodos policiales ordinarios. Imposible que no anticipara (y los hechos lo han probado así) los falsos asaltos a que fue sometido. Reflexioné que igualmente habría previsto las pesquisas secretas en su casa. Sus frecuentes ausencias nocturnas, que el prefecto consideraba una excelente ayuda para su triunfo, me parecieron simplemente astucias destinadas a brindar oportunidades a la pesquisa y convencer lo antes posible a la policía de que la carta no se hallaba en la casa, como G... terminó finalmente por creer. Me pareció asimismo que toda la serie de pensamientos que con algún trabajo acabo de exponerle y que se refieren al principio invariable de la acción policial en sus búsquedas de objetos ocultos, no podía dejar de ocurrírsele al ministro. Ello debía conducirlo inflexiblemente a desdeñar todos los escondrijos vulgares. Reflexioné que ese hombre no podía ser tan simple como para no comprender que el rincón más remoto e inaccesible de su morada estaría tan abierto como el más vulgar de los armarios a los ojos, las sondas, los barrenos y los microscopios del prefecto. Vi, por último, que D... terminaría necesariamente en la simplicidad, si es que no la adoptaba por una cuestión de gusto personal. Quizá recuerde usted con qué ganas rió el prefecto cuando, en nuestra primera entrevista, sugerí que acaso el misterio lo perturbaba por su absoluta evidencia.
-Me acuerdo muy bien -respondí-. Por un momento pensé que iban a darle convulsiones.
-El mundo material -continuó Dupin- abunda en estrictas analogías con el inmaterial, y ello tiñe de verdad el dogma retórico según el cual la metáfora o el símil sirven tanto para reforzar un argumento como para embellecer una descripción. El principio de la vis inertiae, por ejemplo, parece idéntico en la física y en la metafísica. Si en la primera es cierto que resulta más difícil poner en movimiento un cuerpo grande que uno pequeño, y que el impulso o cantidad de movimiento subsecuente se hallará en relación con la dificultad, no menos cierto es en metafísica que los intelectos de máxima capacidad, aunque más vigorosos, constantes y eficaces en sus avances que los de grado inferior, son más lentos en iniciar dicho avance y se muestran más incómodos y vacilantes en los primeros pasos. Otra cosa: ¿ha observado usted alguna vez, entre las muestras de las tiendas, cuáles atraen la atención en mayor grado?
-Jamás se me ocurrió pensarlo -dije.
-Hay un juego de adivinación -continuó Dupin- que se juega con un mapa. Uno de los participantes pide al otro que encuentre una palabra dada: el nombre de una ciudad, un río, un estado o un imperio; en suma, cualquier palabra que figure en la abigarrada y complicada superficie del mapa. Por lo regular, un novato en el juego busca confundir a su oponente proponiéndole los nombres escritos con los caracteres más pequeños, mientras que el buen jugador escogerá aquellos que se extienden con grandes letras de una parte a otra del mapa. Estos últimos, al igual que las muestras y carteles excesivamente grandes, escapan a la atención a fuerza de ser evidentes, y en esto la desatención ocular resulta análoga al descuido que lleva al intelecto a no tomar en cuenta consideraciones excesivas y palpablemente evidentes. De todos modos, es éste un asunto que se halla por encima o por debajo del entendimiento del prefecto. Jamás se le ocurrió como probable o posible que el ministro hubiera dejado la carta delante de las narices del mundo entero, a fin de impedir mejor que una parte de ese mundo pudiera verla.
«Cuanto más pensaba en el audaz, decidido y característico ingenio de D..., en que el documento debía hallarse siempre a mano si pretendía servirse de él para sus fines, y en la absoluta seguridad proporcionada por el prefecto de que el documento no se hallaba oculto dentro de los límites de las búsquedas ordinarias de dicho funcionario, más seguro me sentía de que, para esconder la carta, el ministro había acudido al más amplio y sagaz de los expedientes: el no ocultarla.
»Compenetrado de estas ideas, me puse un par de anteojos verdes, y una hermosa mañana acudí como por casualidad a la mansión ministerial. Hallé a D..., en casa, bostezando, paseándose sin hacer nada y pretendiendo hallarse en el colmo del ennui. Probablemente se trataba del más activo y enérgico de los seres vivientes, pero eso tan sólo cuando nadie lo ve.
»Para no ser menos, me quejé del mal estado de mi vista y de la necesidad de usar anteojos, bajo cuya protección pude observar cautelosa pero detalladamente el aposento, mientras en apariencia seguía con toda atención las palabras de mi huésped.
»Dediqué especial cuidado a una gran mesa-escritorio junto a la cual se sentaba D..., y en la que aparecían mezcladas algunas cartas y papeles, juntamente con un par de instrumentos musicales y unos pocos libros. Pero, después de un prolongado y atento escrutinio, no vi nada que procurara mis sospechas.
»Dando la vuelta al aposento, mis ojos cayeron por fin sobre un insignificante tarjetero de cartón recortado que colgaba, sujeto por una sucia cinta azul, de una pequeña perilla de bronce en mitad de la repisa de la chimenea. En este tarjetero, que estaba dividido en tres o cuatro compartimentos, vi cinco o seis tarjetas de visitantes y una sola carta. Esta última parecía muy arrugada y manchada. Estaba rota casi por la mitad, como si a una primera intención de destruirla por inútil hubiera sucedido otra. Ostentaba un gran sello negro, con el monograma de D... muy visible, y el sobrescrito, dirigido al mismo ministro, revelaba una letra menuda y femenina. La carta había sido arrojada con descuido, casi se diría que desdeñosamente, en uno de los compartimentos superiores del tarjetero.
»Tan pronto hube visto dicha carta, me di cuenta de que era la que buscaba. Por cierto que su apariencia difería completamente de la minuciosa descripción que nos había leído el prefecto. En este caso el sello era grande y negro, con el monograma de D...; en el otro, era pequeño y rojo, con las armas ducales de la familia S... El sobrescrito de la presente carta mostraba una letra menuda y femenina, mientras que el otro, dirigido a cierta persona real, había sido trazado con caracteres firmes y decididos. Sólo el tamaño mostraba analogía. Pero, en cambio, lo radical de unas diferencias que resultaban excesivas; la suciedad, el papel arrugado y roto en parte, tan inconciliables con los verdaderos hábitos metódicos de D..., y tan sugestivos de la intención de engañar sobre el verdadero valor del documento; todo ello, digo, sumado a la ubicación de la carta, insolentemente colocada bajo los ojos de cualquier visitante, y coincidente, por tanto, con las conclusiones a las que ya había arribado, corroboraron decididamente las sospechas de alguien que había ido allá con intenciones de sospechar.
»Prolongué lo más posible mi visita y, mientras discutía animadamente con el ministro acerca de un tema que jamás ha dejado de interesarle y apasionarlo, mantuve mi atención clavada en la carta. Confiaba así a mi memoria los detalles de su apariencia exterior y de su colocación en el tarjetero; pero terminé además por descubrir algo que disipó las últimas dudas que podía haber abrigado. Al mirar atentamente los bordes del papel, noté que estaban más ajados de lo necesario. Presentaban el aspecto típico de todo papel grueso que ha sido doblado y aplastado con una plegadera, y que luego es vuelto en sentido contrario, usando los mismos pliegues formados la primera vez. Este descubrimiento me bastó. Era evidente que habían dado la vuelta a la carta como un guante, a fin de ponerle un nuevo sobrescrito y un nuevo sello. Me despedí del ministro y me marché enseguida, dejando sobre la mesa una tabaquera de oro.
» A la mañana siguiente volví en busca de la tabaquera y reanudamos placenteramente la conversación del día anterior. Pero, mientras departíamos, oyóse justo debajo de las ventanas un disparo como de pistola, seguido por una serie de gritos espantosos y las voces de una multitud aterrorizada. D... corrió a una ventana, la abrió de par en par y miró hacia fuera. Por mi parte, me acerqué al tarjetero, saqué la carta, guardándola en el bolsillo, y la reemplacé por un facsímil (por lo menos en el aspecto exterior) que había preparado cuidadosamente en casa, imitando el monograma de D... con ayuda de un sello de miga de pan.
»La causa del alboroto callejero había sido la extravagante conducta de un hombre armado de un fusil, quien acababa de disparar el arma contra un grupo de mujeres y niños. Comprobóse, sin embargo, que el arma no estaba cargada, y los presentes dejaron en libertad al individuo considerándolo borracho o loco. Apenas se hubo alejado, D... se apartó de la ventana, donde me había reunido con él inmediatamente después de apoderarme de la carta. Momentos después me despedí de él. Por cierto que el pretendido lunático había sido pagado por mí.
-Pero ¿qué intención tenía usted -pregunté- al reemplazar la carta por un facsímil? ¿No hubiera sido preferible apoderarse abiertamente de ella en su primera visita, y abandonar la casa?
-D... es un hombre resuelto a todo y lleno de coraje -repuso Dupin-. En su casa no faltan servidores devotos a su causa. Si me hubiera atrevido a lo que usted sugiere, jamás habría salido de allí con vida. El buen pueblo de París no hubiese oído hablar nunca más de mí. Pero, además, llevaba una segunda intención. Bien conoce usted mis preferencias políticas. En este asunto he actuado como partidario de la dama en cuestión. Durante dieciocho meses, el ministro la tuvo a su merced. Ahora es ella quien lo tiene a él, pues, ignorante de que la carta no se halla ya en su posesión, D... continuará presionando como si la tuviera. Esto lo llevará inevitablemente a la ruina política. Su caída, además, será tan precipitada como ridícula. Está muy bien hablar del facilis descensus Averni; pero, en materia de ascensiones, cabe decir lo que la Catalani decía del canto, o sea, que es mucho más fácil subir que bajar. En el presente caso no tengo simpatía -o, por lo menos, compasión- hacia el que baja. D... es el monstrum borrendum, el hombre de genio carente de principios. Confieso, sin embargo, que me gustaría conocer sus pensamientos cuando, al recibir el desafío de aquélla a quien el prefecto llama «cierta persona», se vea forzado a abrir la carta que le dejé en el tarjetero.
-¿Cómo? ¿Escribió usted algo en ella?
-¡Vamos, no me pareció bien dejar el interior en blanco! Hubiera sido insultante. Cierta vez, en Viena, D... me jugó una mala pasada, y sin perder el buen humor le dije que no la olvidaría. De modo que, como no dudo de que sentirá cierta curiosidad por saber quién se ha mostrado más ingenioso que él, pensé que era una lástima no dejarle un indicio. Como conoce muy bien mi letra, me limité a copiar en mitad de la página estas palabras:


... Un dessein si funeste,
s'il n'est digne d'Atrée, est digne de Thyeste.

»Las hallará usted en el Atrée de Crébillon.

Traducción de Julio Cortázar

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Edgar Allan Poe: Biografía.- El escritor romántico estadounidense, cuentista, poeta, crítico y editor, unánimemente reconocido como uno de los maestros universales del relato corto, nació en Boston, Massachussets, en 1809, era el segundo de los tres hijos de un humilde matrimonio de actores, David Poe y Elizabeth Arnold, de ascendencia irlandesa e inglesa respectivamente. Fue abandonado a los nueve meses por su padre y a los tres años quedó huérfano de madre, siendo entonces acogido por el matrimonio formado por Frances y John Allan, de Richmond (Virginia). Su padrastro, del cual Edgar tomaría el apellido, fue un acaudalado hombre de negocios de ascendencia escocesa; hombre colérico e intransigente, jugó un papel destacado —negativamente hablando— en la vida del escritor; tenía tres hijos ilegítimos a los cuales trataba mejor. Mientras su madrastra, lo mimó siempre y le consentía todo y las palabras del pequeño Edgar "eran ley en la casa", según dejó escrito[sin referencias]. Tuvo una educación sureña, plagada de leyendas que nutrieron al joven Poe, al igual que los capitanes de veleros que se acercaban a Richmond, que le inspiraron para su posterior obra de las Aventuras de Arthur Gordon Pymm.
La familia Allan se mudó a Inglaterra cuando Poe contaba seis años. Allí estudió durante cinco años en un típico colegio británico de la época y se quedó prendado de los edificios góticos, plasmándose en su mente. También estuvo por Irvine (Escocia) maravillándole el folclore escocés. Empezó a leer a Walter Scott, creándole gran influencia, además de Joseph Addison, Alexander Pope y Ann Radcliffe. Sus libros de cabecera siempre fueron Ivanhoe y Manfredo de Lord Byron.
De nuevo en Estados Unidos, con 11 años, siente complejo de inferioridad lo que le empuja a llamar la atención, como por ejemplo realizar fugas misteriosas. Empieza a escribir poemas inspirándose en Byron y se enamora con 15 años de la madre de un compañero de colegio, la cual murió inmersa en un delirio alocado, lo que reflejará en las heroínas de sus relatos y a la cual dedicó un poema Helen. Más tarde tendría una relación con Sarah Elmira Royster (ya de su edad), que sin embargo fue rechazada por el padrastro de Edgar.
Años más tarde, en 1826, comenzó los estudios universitarios en la Universidad de Virginia, en la ciudad de Charlotesville, donde se distinguió en las asignaturas de latín y francés, además de estudiar italiano y español. Se cultivó mucho en esta época ya que leía todo libro que caía en sus manos. Sin embargo, no terminó el primer curso académico, al serle retirada la ayuda paterna debido a sus deudas de juego y sus problemas con el alcohol y el láudano; antes de irse quemó su habitación con todos sus muebles. En 1827, y bajo el nombre de Edgar A. Perry, se alista en el Ejército, en el que permaneció dos años y fue ascendido a sargento mayor. Entre 1827 y 1829 publica en Boston, gracias al editor Calvin Thomas, sus dos primeros libros de poesía: Tamerlán y otros poemas y Al Aaraaf, Tamerlán y poemas menores. Entre ese tiempo murió su querida madrastra Frances, sumiéndole en una gran melancolía, algo constante en su vida. A raíz de una breve reconciliación con su padrastro, en mayo de 1830, solicitó una plaza en la academia militar de West Point, carrera que también abandonó a causa de nuevas desavenencias con Allan y de la retirada de su apoyo, aunque conservaría el capote de cadete durante toda su vida.
Su tía Clemm lo acogió junto a su hermano William Henry y su prima Virginia en la ciudad de Baltimore, convirtiéndose en su nueva familia. Se enamoró de una vecina de su tía, una tal Mary Deveraux, con la que se hace novio durante un año, al terminarse la relación por las continuas escenas de celos de Edgar y el descontento del padre de ella, el cual le llegó a pegar una paliza. En 1832 consigue publicar cinco relatos en el periódico Saturday courier, de Filadelfia. Dedicado al periodismo, a lo largo de los años fue redactor, redactor jefe y editor en periódicos y revistas como "Southern Literary Messenger", "Burton's Gentleman's Magazine" y "Graham's Magazine" entre otros, desplazándose continuamente entre Boston, Baltimore y Nueva York, pues se mostró incapaz de asentarse en un trabajo fijo, debido a su mala salud, el alcohol y las deudas. En 1833 obtuvo el primer premio en el concurso literario organizado por The Baltimore Saturday Visitor con su relato Manuscrito hallado en una botella. En 1834 murió su padrastro sin dejarle herencia, cosa que le afectó. En 1836 se casa con su prima Virginia de 13 años, a la que llegó a querer hasta la locura y era la que lo unía al mundo real. Le dedicó un poema, Anabel Lee. Como en estos años no tuvo trabajo fijo, se dedicó con entusiasmo a escribir relatos, creando los mejores de su obra. Fue asesor editorial del Burton's Gentelman's Magazine, el cual gracias a él elevó su tirada. Luego lo abandonó por causas no conocidas. Fue director de editorial del Graham's Magazine, el cual debe abandonar por sus frecuentes borracheras, pero aumentó el número de suscriptores en 35.000. En 1845 llegó a convertirse en propietario del "Broadway Journal", de Nueva York, que sin embargo cerró al año siguiente por problemas económicos. Su estilo agudo y en ocasiones cruel, especialmente tratándose de crítica literaria, le granjeó cierta notoriedad en la costa Este. Compaginaba su actividad periodística con la publicación de sus escritos.
En 1840, en la ciudad de Filadelfia, (Pensilvania) logró publicar, en dos volúmenes, una recopilación de sus relatos aparecidos en prensa: Tales of the Grotesque and Arabesque (Cuentos de lo grotesco y arabesco), que contenía algunas de sus obras más importantes (La caída de la Casa Usher, Ligeia, Manuscrito hallado en una botella) y hoy es considerado uno de los hitos más importantes en la historia de la literatura fantástica de todos los tiempos. Además con El escarabajo de oro consiguió ganar de nuevo otro concurso literario. Durante esta época sus cuentos se valoran y obtiene una gran reputación. Sin embargo, fue uno de sus poemas, El cuervo, el que por fin le dio fama nacional y aclamación por todos al ser publicado en el periódico Evening Mirror el 29 de enero de 1845. Cubierto de gloria, realiza en esta época una gira por el país recitando poemas y relatos gracias a su magnífica y embrujadora elocuencia.
Pero el éxito y la alegría acabaron pronto ya que en 1846 quiebra su publicación y por si fuera poco su amada Virginia muere por tuberculosis el 30 de enero de 1847. La desesperación y la depresión llaman de nuevo a su puerta y se entrega de nuevo al alcohol y a vagabundear por las calles. Lo que siguió fueron meses de desvarío y excesos, aunque surgen poemas como Ulalume y el ensayo cosmogónico Eureka.
Según se aprecia en su correspondencia, Poe sufrió durante toda su vida fuertes depresiones nerviosas, de las que se defendía, como se ha visto, por medio del láudano y el alcohol. Fue además continuamente asediado por problemas económicos, muchas veces derivados de dichas aficiones. La enfermedad y posterior muerte de su mujer por tuberculosis (al igual que su madre biológica) en 1847, y varios fracasos posteriores (ya al final de su vida) en sus relaciones amorosas, agravaron su alcoholismo. Buscó la compañía de mujeres como Marie Louise Shew, Annie Richmont o Sarah Helen Whitman. Hay propuestas de matrimonio pero Poe ya no tenía ilusión por nada, aunque el reencuentro con un antiguo amor de juventud, Elmira, lo animó a contraer matrimonio con ella, con la condición de que dejara el alcohol y las drogas. La fecha de la boda estaba concertada para el 17 de octubre, se le vio en Richmond entusiasmado e incluso feliz, pero cuando el poeta se dirige a Baltimore con el propósito de visitar a unos amigos, se le pierde la pista.
El 3 de octubre de 1849 fue encontrado en estado de desvarío y con ropas que no le correspondía frente a una taberna en la ciudad de Baltimore, Maryland. Probablemente afectado de delirium tremens, fue trasladado al Washintong College Hospital, donde fue atendido por el doctor James E. Snodgrass. Sufrió alucinaciones, delirios y extravíos, y opuso resistencia a los enfermeros, alternado esto con lucidez. Al final murió en la madrugada del 7 de octubre. La leyenda, recogida por Julio Cortázar en el prólogo a sus traducciones de Poe, cuenta que en sus últimos momentos invocaba obsesivamente a un explorador polar, llamado Reynolds, que había servido de referente para su novela de aventuras fantásticas La narración de Arthur Gordon Pym, y que al expirar pronunció estas palabras: "¡Que Dios se apiade de mi pobre alma!".
La causa precisa de su muerte es aún hoy controvertida, habiéndose señalado la posibilidad de que sufriera diabetes, varios tipos de deficiencias enzimáticas, e incluso rabia. El doctor James E. Snodgrass escribiría después de la muerte de Poe sobre las circunstancias en que se lo encontró y sus últimas horas.
La obra epistolar de Poe fue intensa durante toda su vida y es sobrecogedor leer las cartas de sus últimos meses en los que incluso pedía a su tía que muriera junto a él.

Obra.- A parte de las influencias de Walter Scott y Byron, estuvo muy versado por su trabajo en toda la literatura contemporánea, y, por su tendencia natural, en la novela gótica anterior, así como en los románticos ingleses y alemanes, Poe cultivó tanto la narrativa como la poesía y el ensayo, realizando aportaciones originales (lo cual suponía una ley para él) en estos campos. Se le considera una gran influencia en el Simbolismo, dentro del género poético, y especialmente sobre su traductor al francés, el poeta Charles Baudelaire, creador de esta escuela en Francia, aunque no está de más aclarar que esta influencia fue estrictamente temática y no formal. Se inspiró en escritores góticos como Nathaniel Hawthorne, Ann Radcliffe, William Godwin y E.T.A. Hoffmann y reformó la novela gótica al aportarle un modo más terrible a sus narraciones y la mejor forma de transmitir esto a sus lectores era la representación del horror.

Cuentos.- Su contribución más importante a la historia de la literatura la constituyen los relatos cortos de todo género. Es de destacar en los mismos su factura equilibrada y el elevado nivel artístico. Dotado de una gran inteligencia y una poderosa imaginación, Poe era maestro absoluto en el campo del misterio, así como en la recreación de atmósferas preñadas de efluvios malsanos y fantasmales, mientras que, en el terreno técnico, su dominio del tempo o ritmo narrativo no tenía igual. Julio Cortázar, gran admirador suyo, hacía hincapié en la gran parquedad o "economía de medios" de que hacía gala para lograr sus propósitos (véase El barril de amontillado).
Para transmitir la sensación de inquietud y terror la acción transcurría en un solo lugar, en donde todos los detalles estaban subordinados al conjunto y cualquier detalle de poco interés sobraba. La sensación de horror la transmitió de manera directa y en una determinada longitud, la brevedad. El mejor ejemplo que demuestra la esencia clara del relato corto de terror de Poe fue su primer cuento publicado Metzengerstein, en el cual tiene circunstancias románticas como la ruina de una familia ilustre, un viejo castillo, un barón disoluto..., pero no nos relata la historia de la familia, ni una historia de amor, sino que desde el comienzo hasta el final se trata de un relato de horror y fatalidad.

El pozo y El péndulo comienza de forma abrupta, El corazón delator empieza describiendo la locura del protagonista y en El barril de amontillado nada se sabe de humillación que sufrió el vengador. La escena y la acción no son elementos necesarios de la narración consiguiendo un goticismo más efectivo. En todos sus relatos la tortura, la desesperación, la depresión, los crímenes, las venganzas, la agonía, la locura, se muestran libres y desnudos como el terror y la muerte.

Sus cuentos más importantes pertenecen al género fantástico y de terror: Manuscrito hallado en una botella (por el que recibió su primer premio literario), El gato negro, El pozo y el péndulo, El corazón delator, La caída de la Casa Usher, La verdad sobre el caso del señor Valdemar, El entierro prematuro, Ligeia, etc. Estos escalofriantes relatos han fascinado a generaciones enteras de lectores y cuentistas del género macabro, y sobre el oscuro simbolismo a ellos inherente han corrido ríos de tinta.
Como se ha dicho, Poe —junto con Mary Shelley y su Frankenstein— igualmente anticipó la narrativa de ciencia ficción (o ficción científica) como lo prueban las siguientes obras: La incomparable aventura de un tal Hans Pfaal (También conocida como: La aventura sin par de un tal Hans Pfaal), El poder de las palabras, Revelación mesmérica, Un descenso al Maelström, Von Kempelen y su descubrimiento, etc. El mesmerismo, muy en boga en aquella época, influenció en varios relatos de Poe, que aunque no creería intensamente si le interesó.
Añadido a esto, fue precursor de la novela policíaca a través de historias, como El escarabajo de oro, en las que se resuelven analítica y lógicamente problemas de gran complejidad. Son de importancia en este sentido las narraciones detectivescas que tienen como protagonista al caballero Auguste Dupin: Los crímenes de la calle Morgue, La carta robada y El misterio de Marie Rogêt.
Menos conocidos son sus cuentos "grotescos", en los que, para algunos, exhibía un muy discutible sentido del humor: Bon-bon, El aliento perdido, El Rey Peste, Los anteojos, El sistema del doctor Tarr y el profesor Fether, etc. Robert Louis Stevenson, en un conocido ensayo sobre Poe, llegó a afirmar: "El hombre capaz de escribir El Rey Peste había dejado de ser humano." Estas narraciones, sin embargo, debido a su extravagancia, fueron muy apreciadas por los poetas surrealistas.
Mención aparte merecen sus relatos de corte poético y metafísico, muchos de ellos auténticos poemas en prosa, de acendradas virtudes estéticas: La conversación de Eiros y Charmion, El coloquio de Monos y Una, El alce, La isla del hada, Silencio, Sombra, etc.

Entre sus relatos más populares, se cuentan:

El escarabajo de oro (The Gold Bug), 1843.
Los crímenes de la calle Morgue (The Murders in the Rue Morgue), 1841.
El gato negro (The Black Cat), 1843.
El barril de amontillado (The Cask of Amontillado), 1846.
La caída de la Casa Usher (The Fall of the House of Usher), 1839.
La esfinge, 1846.
Manuscrito hallado en una botella (MS. Found in a Bottle), 1833.
La carta robada (The Purloined Letter), 1844.
La verdad sobre el caso del señor Valdemar (The Facts in the Case of M. Valdemar), 1845.
El cajón oblongo, 1844.
El Rey Peste (King Pest), 1835.
La máscara de la Muerte Roja (The Masque of the Red Death), 1842.
Berenice, 1835.
Ligeia, 1838.
Morella, 1835.
El misterio de Marie Rogêt (The Mystery of Marie Roget), 1843.
Un descenso al Maelström (A Descent into the Maelström), 1841.
El entierro prematuro (The Premature Burial), 1844.
Un hombre en la multitud, 1840.
El corazón delator (The Tell-Tale Heart), 1843.
El pozo y el péndulo (The Pit and the Pendulum), 1842.
El retrato oval (The Oval Portrait), 1842.
El demonio de la perversidad (The Imp of the Perverse), 1845.
La cita, 1834.
William Wilson, 1839.

Novelas.- Poe es autor de una única novela corta: La narración de Arthur Gordon Pym (The Narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket) (1838). Se trata de un relato de aventuras marineras de tipo episódico, centrado en su intrépido protagonista, quien encontraría eco posteriormente en las obras de Stevenson. Debido a la abundancia de detalles macabros que contiene y a su indescifrable desenlace, la obra ha estado siempre rodeada de polémica.

Poemas.- Poe definió la poesía como "creación rítmica de la belleza". En su género más controvertido, le debemos composiciones de extraordinaria musicalidad, como Las campanas y Annabel Lee, las cuales, debido a sus complicaciones estructurales, hicieron casi imposible su traducción a otros idiomas, a no ser en prosa. El más popular de todos sus poemas es El cuervo, un canto narrativo de corte romántico en el que se cuenta la llegada de una de estas aves a la estancia de un hombre solitario, en una noche de tormenta. A las atribuladas preguntas del personaje sobre el destino y sobre su amada muerta, "Leonore", el siniestro pájaro, responde invariablemente con el latiguillo "nevermore" ("nunca más").

Entre sus principales poemas cabe destacar:

El cuervo (The Raven)
Lenore (Lenore)
Travesia Fantastica
Annabel Lee
Las campanas (The Bells)
A Mi Madre (To My Mother)
Himno (Hymn)
Un Valentín (A Valentine)
Tierra de Hadas (Fairy Land)
A Helen (To Helen)
Israfel (Israfel)
La Ciudad en el Mar (The City in the Sea)
La Durmiente (The Sleeper)
El Valle de la Inquietud (The Valley of Unrest)
El Coliseo (The Coliseum)
Soneto a Zante (Sonnet to Zante)
Balada Nupcial a ... (Bridal Ballad to ...)
Soneto del Silencio (Sonnet-Silence)
Tierra de Sueños (Dream Land)
Eulalie, Una Canción (Eulalie, A Song)
A F... (To F...)
A F-S S. O-D (To F-S S. O-D)
A M. L. S. (To M. L. S.)
Ulalume (Ulalume)
A ... ... (To ... ...)
A Helen (To Helen)
Un Enigma (An Enigma)
Para Anne (For Anne)
Eldorado (Eldorado)
Un Sueño Dentro de un Sueño (A Dream Within a Dream)
Estancias (Estancias)
Un Sueño (A Dream)
El Día Más Feliz, La Hora Más Feliz (The Happiest Day, The Happiest Hour)
El Lago: A ... (The Lake: To ...)
Soneto a la Ciencia (Sonnet To Science)
Al Aaraaf (Al Aaraaf)
A ... (To ...)
Al Río (To the River)
A ... (To ...)
Tamerlane (Tamerlane)
A ... ... (To ... ...)
Sueños (Dreams)
Espíritus de los Muertos (Spirit of the Dead)
Estrella del Anochecer (Evening Star)
Elizabeth (Elizabeth)
Serenata (Serenade)
Imitación (Imitation)
Himno a Aristogeiton y Harmodius (Hymn to Aristogeiton and Harmodius)
Un PÆan (A PÆan)
A Isadore (To Isadore)
Solo (Alone)
A Alguien en el Paraíso (To Someone in Paradise)

Ensayos.- Poe ejerció asimismo con acierto el ensayo sobre los temas más variados (la larga meditación cosmológica Eureka, Marginalia, Criptografía, Filosofía del mobiliario, entre otros), así como la crítica literaria (a destacar sus reseñas sobre Longfellow, Dickens y Hawthorne), en la que se mostró enemigo del "aldeanismo" estadounidense y partidario más bien de una creación de índole independiente y cosmopolita. Por último, indagó —muy técnicamente para tratarse de un autor romántico, y a veces quizá algo irónicamente—, sobre los misterios y técnicas de la composición literaria: El principio poético, así como su famosa Filosofía de la composición que versa sobre su pieza poética más conocida, El cuervo. En esta obra afirma que "la brevedad debe hallarse en razón directa de la intensidad del efecto buscado".

Repercusión.- El alcance de la influencia de Poe es inabarcable. En los mismos Estados Unidos inspiró a escritores como Mark Twain, Herman Melville, Ambrose Bierce, gran especialista de lo macabro, Ray Bradbury, y sobre todo por su tenebrismo a Howard Phillips Lovecraft. La Mystery Writers of America es una organización que premia a mejor escritor de misterio cuyos galardones son llamados "Edgars".
La otra gran influencia fue hacia los simbolistas franceses, encabezados por Charles Baudelaire, el cual tradujo cinco volúmenes suyos, Víctor Hugo, Lautréamont, Verlaine, Rimbaud, Valéry, Mallarmé, el cual le dedicó poemas, y Proust. Además de Guy de Maupassant, gran especialista también del relato corto e intenso y el gran autor de la ciencia ficción Julio Verne, gran admirador de Poe.
En cuanto a los victorianos, en este punto cabría destacar a los grandes especialistas del género macabro como el ya mencionado Robert Louis Stevenson tanto que fue fuente de inspiración de "El extraño caso del doctor Jekyll y mr. Hyde", Montague Rhodes James, Arthur Machen, Oscar Wilde en su novela El retrato de Dorian Gray y al autor de ciencia ficción Herbert George Wells. Además su personaje de Auguste Dupin, el detective ficticio de Poe en Los crímenes de la calle Morgue, sirvió de inspiración a Arthur Conan Doyle para su Sherlock Holmes.
En España influyó mucho a Pío Baroja y a Vicente Blasco Ibáñez.
En la literatura latinoamericana, contó con la admiración de algunos de los autores modernistas. Rubén Darío le dedicó uno de los artículos de su libro Los raros y fue modelo a imitar para el cuentista uruguayo Horacio Quiroga. También los escritores argentinos le admiraron: Julio Cortázar tradujo su prosa completa magistralmente y, Jorge Luis Borges le consagró algún cuento y varios ensayos. El escritor colombiano Andrés Caicedo se declaraba fuertemente influenciado por Poe y le dedicó varios relatos, entre ellos una versión moderna de Berenice.
En Rusia su obra fue traducida por el simbolista Konstantin Balmont e influenció a Nabokov ya que realizó varias referencias a Poe en su famosa novela Lolita. Fyodor Dostoevsky dijo sobre él que poseía un talento enorme como escritor e hizo una breve referencia a su poema El cuervo en Los hermanos Karamazov. Además en Crimen y castigo el protagonista Raskolnikov estuvo inspirado en parte en Montresor de El barril del amontillado.
En Suecia Viktor Rydberg tradujo bastante de la obra de Poe al sueco. El escritor alemán Thomas Mann escribió muchos relatos cortos basados en los de Poe. Además Friedrich Nietzsche se vio influenciado en los ensayos de Poe para realizar su excéntrica filosofía y en Japón un escritor se puso el pseudónimo de Poe en su idioma, pasando a denominarse Edogawa Rampo.
En Grecia, Filemón de Sausage publicó la primera traducción de sus cuentos completos y le dedicó una sección de sus Meditaciones.
En la pintura.- Gustave Doré, Edouard Manet.
En la música.- Inspiró a músicos como Ravel, Rachmáninov, quien hizo una coral del poema Las campanas, y Debussy, que compuso un drama lírico sobre La caída de la Casa Usher. Su compañero André Caplet también compuso un tema musicando del relato La máscara de la muerte roja.
El compositor inglés Joseph Holbrooke compuso una sinfonía a El cuervo en 1900, y tres años más tarde realizó algo similar con el poema Las campanas. Además hizo un ballet sobre La máscara de la muerte roja, a parte de otros trabajos inspirados en Poe.
Peter Hammil, líder del grupo Van Der Graaf Generator compuso una siniestra ópera sobre el tema de la casa de Usher.
La canción de Bob Dylan Just Like Tom Thumb's Blues está basada en la calle Morgue. En la portada del disco Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band de The Beatles, uno de los personajes admirados por ellos y allí reflejado es Poe, que aparece mencionado igualmente en la canción I'm the Walrus
En la canción compuesta e interpretada por Neil Diamond, Done Too Soon se menciona a Poe junto con muchas otras personalidades que murieron prematuramente.
El grupo Alan Parsons Project realizó canciones dedicadas a Poe en su disco Tales of Mystery and Imagination, como por ejemplo, The Raven, con colaboraciones como Orson Welles en el rol de narrador.
En 1981 el grupo de Heavy Metal Iron Maiden realizó una canción llamada Murders in the Rue Morgue integrada en su disco Killers.
El grupo español Radio Futura dio música al poema Annabel Lee en 1989.
La banda de Heavy Metal Nevermore debe su nombre y muchas de sus canciones a la obra de Poe.
La banda de Heavy Metal Progresivo Symphony X ha basado la temática de varias de sus canciones en obra y vida de Edgar Allan Poe (vgr. King Of Terrors) A su vez, Michael Romeo, guitarrista de la banda, evidencia su devoción por el escritor al componer para su álbum solista The Dark Chapter temas como Cask Of Amontillado, The Premature Burial, Mask Of the Red Death o Psychotic Episode.
La banda argentina Los Tipitos basó la canción Campanas en la noche en el poema El cuervo.
El minimalista Philip Glass compuso una ópera basada en La caída de la Casa Usher en 1989. Otras óperas basadas en Poe son Ligeia de Augusta Read Thomas en 1994 y El corazón delator de Bruce Adolphe.
Silvio Rodríguez (Trovador cubano) le dedicó un tema con su nombre "La trova de Edgardo", en el cual satiriza las adicciones del escritor diciendo -"hoy, recordé a Edgardo, aquel señor fumador de amapolas"-
Otros grupos de la actualidad que han rendido tributo al autor norteamericano son Voltaire, Green Day (en la canción "St. Jimmy"), Good Charlotte, Mr. Bungle, The Crüxshadows, Cradle of Filth, Team Sleep, Utada Hikaru, Elysian Fields, The Smithereens, Symphony X, Opera IX, Tiger Army, Sopor Aeternus & The Ensemble of Shadows, Overlord, Insane Clown Posse and Antony and the Johnsons.
Lou Reed en su álbum "The Raven" del año 2003, rinde homenaje a la obra de Poe, además de una interpretación tremenda de un tema, que lleva por titulo su nombre "Edgar Allan Poe". En el disco participan entre otros: Ornette Coleman, David Bowie o los actores Steve Buscemi y Willem Dafoe.
Gustavo Cerati tiene también una canción basada en su cuento Corazón delator
En el Cine.- Varios de sus relatos han sido trasladados a la gran pantalla de la mano del maestro de la Serie B, Roger Corman. Entre otras, existe una versión cinematográfica de su cuento "El pozo y el péndulo".
Además, Tim Burton cita en varias de sus películas al ilustre Poe. Pero sobretodo le rinde un gran homenaje en su cortometraje de animación en Stop-motion Vincent.
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Historia de la época 1800 – 1899, por Nines de Andrés

La Revolución Industrial y la llegada masiva de gente a las grandes ciudades crea una época de enfermedades como la sífilis o la tuberculosis.
Estallan grandes guerras:
- Napoleónicas,
- Méjico contra Estados Unidos
- La guerra de Crimea
- La guerra del Pacífico
- La guerra de independencia de los países latino americanos (Cuba)
- La guerra del opio

En cultura destaca el Realismo, Romanticismo y ya, a finales de siglo, el impresionismo

Músicos: Mahler, Mendelsshon, Schuman, Wagner...
Filosofía: Schopenhauer, Marx, Nietzche, José Martín
Medicina: Pasteur, Koch, Ramón y Cajal
Inventos:
- La locomotora por Richard Treviohick en 1804
- Fonógrafo por T.A. Edison en 1878
- Cinematógrafo: Hermanos Lumière 1894
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Pintores y escultores contemporáneos de Poe, por Isabel Fraile Hernando

Joseph Mallord William Turner nació en Covent Garden, Londres el 23 de abril de 1775 (dato discutido) y murió el 19 de diciembre de 1851. Es considerado un artista romántico del paisaje inglés, cuyo estilo condujo a la fundación del Impresionismo.
Ferdinand-Victor-Eugène Delacroix (Charenton-Saint-Maurice, Francia, 26 de abril de 1789 - París, 13 de agosto de 1863); pintor francés.

Jean-Louis André Théodore Géricault, conocido como Théodore Géricault (Ruán, Francia, 26 de septiembre de 1791 - París, 26 de enero de 1824), fue un pintor francés.

Caspar David Friedrich, (* 5 de septiembre de 1774 en Greifswald; † 7 de mayo de 1840 en Dresde), fue el principal representante de la pintura romántica alemana, junto a Philipp Otto Runge, siendo la más destacada en el ámbito del paisajismo.

John Constable (11 de junio de 1776 — 31 de marzo de 1837) nació en East Bergholt, un pueblo de Suffolk, Inglaterra. Fue un famoso pintor de paisajes. La región de Suffolk fue el tema preferido de sus paisajes, hasta el punto de que el área de Dedham Vale en Suffolk se conoce como el país de Constable. Su obra más famosa es El carro de heno.

Mariano Fortuny y Marsal, de nombre completo Mariano José Maria Bernardo Fortuny y Marsal (11 de junio de 1838, Reus, Cataluña - 21 de noviembre de 1874, Roma). Pintor español, considerado junto a Eduardo Rosales como uno de los pintores españoles más importante del siglo XIX después de Goya

Eduardo Rosales (Madrid, 4 de noviembre de 1836 — Madrid, 13 de noviembre de 1873) fue un pintor realista del siglo XIX español. Ingresó en 1851 en la Escuela de San Fernando, donde fue alumno de Federico Madrazo.

Francisco José de Goya y Lucientes (Fuendetodos, Zaragoza, 30 de marzo de 1746 – Burdeos, Francia, 15 de abril de 1828), pintor y grabador español. Marcado por la obra de Velázquez, habría de influir, a su vez, en Edouard Manet, Pablo Ruiz Picasso y gran parte de la pintura contemporánea.

Escultores
José Álvarez Cubero
(Priego, 23 de abril de 1768 - Madrid, 26 de noviembre de 1827) fue un escultor español que realizó una gran parte de su carrera en París y Roma. realizó sus primeros estudios en Córdoba, Granada y Madrid, donde fue admitido en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El 21 de julio de 1799 recibió una beca de la casa real para proseguir su formación en París donde el 28 de septiembre fue registrado como alumno en la École des Beaux-Arts y más tarde, aunque se desconoce la fecha precisa, integrado en el equipo del taller del artista Jacques-Louis David

François Rude, nacido en Dijon el 4 de junio de 1784 y muerto el 3 de noviembre de 1855 en París, fue un escultor francés del romanticismo. Nacido en Dijon, trabajó con su padre hasta los dieciséis años, pero recibió formación como dibujante por parte de François Devosges,1 donde aprendió que un contorno fuerte y simple era un ingrediente valiosísimo en las artes plásticas2 En 1809 marchó a París desde la escuela de arte de Dijon, y se convirtió en alumno de Pierre Cartellier, obteniendo el Grand Prix de Rome en 1812. Después de la segunda restauración de los Borbones se retiró a Bruselas, donde, probablemente debido a la intervención del exiliado Jacques-Louis David obtuvo algunos encargos del arquitecto Charles Vander Straeten, quien lo empleó para ejecutar nueve bajorrelieves en el palacio de Tervuren, hoy destruido.

Manuel Vilar (Barcelona, 1812-México, 1860) Escultor español. Discípulo en la Escola de Llotja de Barcelona de Damià Campeny, fue pensionado a Roma, donde trabó amistad con Thorwaldsen y desde donde envió, entre otras, las obras correspondientes a los originales de Jasón (1836) y Latona y los labradores. En 1846 se trasladó a México para ejercer como profesor de escultura en la Academia de San Carlos.

Jean-Baptiste Carpeaux (11 de mayo, 1827, Valenciennes –12 de octubre, 1875, Courbevoie) fue un pintor y escultor francés. Sus primeros estudios los hizo con François Rude. Carpeaux ganó el Prix de Rome en 1854, y se trasladó a Roma para encontrar inspiración, allí estudió las obras de Miguel Ángel, Donatello y Verrocchio. Permaneció en Roma desde 1854 hasta 1861, obtuvo un gusto por el movimiento y la espontaneidad, que él más tarde unió con los grandes principios del arte barroco.

Antonio Canova (Possagno, Italia, 1 de noviembre de 1757 - Venecia, 13 de octubre de 1822), escultor Italiano. Obras: Cupido y Psique o El amor de Psique (1800), París, Museo del Louvre. Estatua de Esculapio. Perseo con la cabeza de Medusa (1801). Busto de Napoleón Bonaparte. Napoleón como Marte Pacificador o Napoleón divinizado (1806), Londres, Apsley House. Paulina Bonaparte (1807), Roma, Galería Borghese. Hércules y Lichas (1815). Las tres Gracias (1816), versiones en San Petersburgo (Ermitage) y Londres (Victoria and Albert Museum). Hebe (1816), Forlì. Venus y Adonis.
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Literatos época de Poe, por Cristina Ghiorghiu

El Romanticismo se opone a todo lo que había valorado el siglo anterior el Neoclasicismo. El Romanticismo es un movimiento que valora lo personal, lo subjetivo y lo interior. Se inspira en leyendas medievales, no en mitos clásicos greco-romanos. Crea personajes raros, rechazados por la sociedad, no-conformistas, oprimidos por el destino. Hay un regreso al Siglo de Oro (el Barroco), sin reglas ni unidades dramáticas.

El Romanticismo (que es inicialmente un movimiento alemán-inglés) se opone a lo francés y dura en España hasta 1845. En este período se escriben poesías y dramas, pero no muchas novelas como en Inglaterra (v.g. Sir Walter Scott, Ivanhoe) o en Francia (v.g., Víctor Hugo, El jorobado de Notre Dame). Los dramas más importantes del Romanticismo español son Don Álvaro o la fuerza del destino, del Duque de Rivas; El trovador, de García Gutiérrez; y Don Juan Tenorio, de José Zorrilla. Hay conservadores románticos (como Zorrilla, quien regresa al pasado nacional) y liberales (reformistas y exóticos, como Espronceda). Sin embargo, todos enfatizan lo excepcional, lo imaginativo y lo fantástico en sus creaciones literarias. Un Romanticismo tardío, más íntimo y poco inclinado por temas político-sociales, es el que aparece en la segunda mitad del siglo XIX, con la obra de Gustavo Adolfo Béquer.
Los grandes literatos románticos fuera de España son: Lord Byron, Sir Walter Scott (1771-1832), Víctor Hugo, Alexandre Dumas (1802-1870) y, por supuesto, Johann Wolfgang von Goethe. Todos estos autores valoran el subjetivismo, el genio, la inspiración, la pasión, la espontaneidad, el nacionalismo (en lugar de lo clásico), la desesperación (en lugar de la razón), la falta de una Providencia benévola en el mundo, el fatalismo (en lugar del optimismo francés), lo exótico, lo remoto (en lugar del presente o el futuro), las tempestades, la locura y la oscuridad (en contraposición al Siglo de las Luces).

El Romanticismo estadounidense, salvo precedentes como William Cullen Bryant, proporcionó a un gran escritor y poeta, Edgar Allan Poe, creador de una de las corrientes fundamentales del Postromanticismo, el Simbolismo, y a James Fenimore Cooper (discípulo de las novelas históricas de Scott).

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La música en la época de Edgar Allan Poe, por Pepi Núñez

El romanticismo musical es un período que transcurrió aproximadamente entre principios de los años 1800 y la primera década del siglo XX, y suele englobar toda la música escrita de acuerdo a las normas y estilos de dicho período. El romanticismo musical es un período de la música clásica (también conocida como música docta o académica) que fue precedido por el clasicismo y continuado por el modernismo

El Romanticismo fue una reacción contra el espíritu racional e hipercrítico de la Ilustración y el Neoclasicismo, y favorecía ante todo la supremacía del sentimiento frente a la razón, del liberalismo frente al despotismo ilustrado, de la originalidad frente a la tradición grecolatina, de la creatividad frente a la imitación neoclásica y de la obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada. Los autores despreciaban el materialismo burgués y preconizaban el liberalismo en política y el amor libre

Romanticismo temprano:

Comprende desde 1800 hasta 1830 y es de predominio alemán, influjo del romanticismo literario de la época. Son exponentes de este periodo Hofman, Weber, Beethoven y Schubert principalmente.

Romanticismo pleno:

Abarca desde la revolución de Julio de 1830 hasta mediados de siglo. Surge a raíz de la Revolución de 1830 y su punto focal es París. En estos años aparecen un gran números de intérpretes extremadamente virtuosos, Paganini, Liszt, Chopin y también Schumann, Berlioz y Mendelssohn, sin olvidar a Wagner, Verdi y Meyerbeer.

Romanticismo tardío:

Delimitada por la Revolución de 1848, concluye a finales de siglo. Se caracteriza por el nuevo estilo de composición de Chopin y Liszt y por la generación de Franck, Bruckner y Brahms principalmente
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Época literaria, por Juana Castillo

El Romanticismo fue un movimiento cultural y político originado en el Reino Unido y Alemania a finales del siglo XVIII. Apareció como una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Neoclasicismo, dándole importancia al sentimiento. Su característica fundamental es la ruptura con la tradición neoclásica basada en un conjunto de reglas estereotipadas. La libertad auténtica es su búsqueda constante, por eso es que su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo es que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla; incluso dentro de una misma nación se desarrollan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes.

Se dio fundamentalmente en la primera mitad del siglo XIX, extendiéndose desde Inglaterra a Alemania. Después pasó a Francia, Italia, España y por el resto del continente. Su vertiente literaria se fragmentaría con posterioridad en diversas corrientes como: el Parnasianismo, el Simbolismo, el Decadentismo o el Pre-rafaelismo, reunidas en la denominación general de Post-romanticismo, una derivación del cual fue el llamado Modernismo hispano. Tuvo fundamentales aportes en los campos de la literatura, del arte y de la música. Posteriormente, una de las corrientes vanguardistas del siglo XX, el Surrealismo, llevó al extremo los postulados románticos de la exaltación del yo.

Características. El Romanticismo es una reacción contra el espíritu racional e hipercrítico de la Ilustración y el Neoclasicismo, y favorecía, ante todo:
La conciencia del Yo como entidad autónoma.
La primacía del Genio creador de un Universo propio.
La supremacía del sentimiento frente a la razón neoclásica.
La fuerte tendencia nacionalista.
La del liberalismo frente al despotismo ilustrado.
La de la originalidad frente a la tradición clasicista.
La de la creatividad frente a la imitación neoclásica.
La de la obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.

Es propio de este movimiento: Un gran aprecio por lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración del siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Prometeo) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas: acción, tiempo y lugar, y la de estilo: mezclando prosa y verso y utilizando polimetría en el teatro, o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares como la asonante.
Se dio también una renovación de temas y ambientes y, por contraste al Siglo de las Luces (Renacimiento), prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo). Veneran y buscan tanto las historias fantásticas como la superstición, que los ilustrados y neoclásicos ridiculizaban.
Un aspecto del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo diferencial es el auge que tomaron el estudio de la literatura popular: romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes, y de las literaturas en lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca..., etc. Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo XVIII, de espíritu clásico y universalista, dispersada por toda Europa gracias a las conquistas de Napoleón.
El Romanticismo se expandió, también renovó y enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo dando entrada a lo exótico y lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma, su inspiración. Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo instintivo y sentimental. "La belleza es verdad".
Hay una clara evocación del pasado. Se alejaron de la realidad evadiendo el tiempo. Predominaron en ellos los sentimientos de tristeza, melancolía, amor a la soledad, escenarios lúgubres, descontento. Deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que presenta "el yo", subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón. En consonancia con lo anterior, y frente a los neoclásicos, una mayor valoración de todo lo relacionado con la Edad Media, frente a otras épocas históricas.

Manifestaciones culturales. La pintura negra de Goya: Saturno devorando a uno de sus hijos, realizada durante el Trienio Liberal (1820-1823), y que, so capa mitológica, alude a la famosa frase de Vergniaud poco antes de ser guillotinado: La Revolución devora a sus propios hijos es un claro exponente de esta etapa. El movimiento literario Sturm und Drang (en alemán: tormenta e ímpetu), desarrollado durante la última mitad del siglo XVIII, fue el precedente importante del Romanticismo Alemán. Los autores importantes fueron Johann Wolfgang von Goethe, (el joven) Friedrich Schiller y Friedrich Gottlieb Klopstock.

El Romanticismo por el Mundo.

Romanticismo alemán. El Romanticismo alemán no fue un movimiento unitario. Por ello se habla en las historias literarias de varias fases del Romanticismo. Una etapa fundamental fueron los años noventa del siglo XVIII (Primer Romanticismo), pero las últimas manifestaciones alcanzan hasta la mitad del siglo XIX.
Los filósofos dominantes del romanticismo alemán fueron Johann Gottlieb Fichte y Friedrich Wilhelm Joseph Schelling (los fundadores del Idealismo Alemán).
Los autores más importantes son Novalis, Ludwig Tieck, Friedrich Schlegel, Clemens Brentano, August Wilhelm Schlegel, Achim von Arnim, E.T.A. Hoffmann, y Friedrich Hölderlin. Postromántico se puede considerar a Heinrich Heine.

Romanticismo francés. El Romanticismo francés tuvo su manifiesto en Alemania (1813), de Madame de Staël, aunque el gran precursor en el siglo XVIII fue Jean-Jacques Rousseau, autor de Confesiones, Ensoñaciones de un paseante solitario, el Emilio y El contrato social, entre otras obras.
En el siglo XIX sobresalieron Charles Nodier, Víctor Hugo, Alphonse de Lamartine, Alfred Victor de Vigny, Alfred de Musset, George Sand, Alexandre Dumas (tanto hijo como padre), entre otros; son los mayores representantes de esta estética literaria.

Romanticismo inglés. El Romanticismo comenzó en Inglaterra casi al mismo tiempo que en Alemania; en el siglo XVIII ya habían dejado sentir un cierto apego escapista por la Edad Media y sus valores poetas falsarios inventores de heterónimos medievales como James Macpherson o Thomas Chatterton, pero el movimiento surgió a la luz del día con los llamados poetas lakistas (Wordsworth, Coleridge, Southey), y su manifiesto fue el prólogo de Wordsworth a sus Baladas líricas, aunque ya lo habían presagiado en el siglo XVIII Young con sus Pensamientos nocturnos o el originalísimo William Blake.
Lord Byron, Percy Bysse Shelley y John Keats son los poetas canónicos del Romanticismo inglés. Después vinieron el narrador Thomas De Quincey, y Elizabeth Barrett Browning y su marido Robert Browning, este último creador de una forma poética fundamental en el mundo moderno, el monólogo dramático.
En narrativa destaca Walter Scott, creador del género de novela histórica moderna con sus ficciones sobre la Edad Media inglesa, o las novelas góticas El monje de Lewis o Melmoth el Errabundo, de Charles Maturin.

Romanticismo italiano. El Romanticismo italiano tuvo su manifiesto en la Lettera semiseria de Grisóstomo del Berchet (1816) y destaca, sobre todo, por la figura de los poetas Ugo Foscolo, autor del famoso poema Los Sepulcros, y Giacomo Leopardi, cuyo pesimismo se vierte en composiciones como El infinito o A Italia. El romanticismo italiano tuvo también una gran novela histórica, I promesi sposi (Los novios), de Alessandro Manzoni.

Romanticismo estadounidense. El Romanticismo estadounidense, salvo precedentes como William Cullen Bryant, proporcionó a un gran escritor y poeta, Edgar Allan Poe, creador de una de las corrientes fundamentales del Postromanticismo, el Simbolismo, y a James Fenimore Cooper (discípulo de las novelas históricas de Scott). Se puede considerar un postromántico el originalísimo pensador anarquista Henry David Thoreau, introductor de ideas anticipadas a su tiempo como la no violencia y el ecologismo, y autor del famoso ensayo Sobre la desobediencia civil.

Romanticismo ruso. En Rusia, el Romanticismo supuso toda una revolución, pues autorizó como lengua literaria el hasta entonces poco cultivado idioma ruso. El artífice de esta moda fue el gran poeta Alejandro Pushkin, acompañado de numerosos seguidores e imitadores.

En la literatura checa destacan los poetas Karel Hynek Mácha y František Čelakovský y el eslovaco, y también ideólogo del paneslavismo romántico, Ján Kollár.

Romanticismo portugués. En Portugal introdujeron el Romanticismo Almeida Garret y Alejandro Herculano; puede considerarse postromántico al gran poeta Antero de Quental.

Romanticismo rumano. En Rumania, su máximo exponente fue Mihai Eminescu y, entre los húngaros, sobresalió el poeta Sándor Petőfi.

Romanticismo español. En España la ideología romántica tuvo precedentes en los afrancesados ilustrados españoles, como se aprecia en las Noches lúgubres de José de Cadalso o en los poetas prerrománticos (Nicasio Álvarez Cienfuegos, Manuel José Quintana...), que reflejan una nueva ideología presente ya en figuras disidentes del exilio, como José María Blanco White. Pero el lenguaje romántico propiamente dicho tardó en ser asimilado, debido a la reacción emprendida por Fernando VII tras la Guerra de la Independencia, que impermeabilizó en buena medida la asunción del ideario romántico.
A pesar de ello, ya en la segunda década del siglo XIX, el diplomático Juan Nicolás Böhl de Faber publicó en Cádiz una serie de artículos entre 1818 y 1819 en el Diario Mercantil a favor del teatro de Calderón de la Barca contra la postura neoclásica que lo rechazaba, que suscitó un debate en torno a los nuevos postulados románticos. Más tarde, en el periódico barcelonés El Europeo (1823-1824), Bonaventura Carles Aribau y Ramón López Soler defendieron el Romanticismo moderado y tradicionalista del modelo de Böhl, negando decididamente las posturas neoclásicas. En sus páginas se hace por primera vez una exposición de la ideología romántica a través de un artículo de Luigi Monteggia titulado Romanticismo.
Algunos escritores liberales españoles, emigrados por vicisitudes políticas, entraron en contacto con el Romanticismo europeo, y trajeron ese lenguaje a la muerte del rey Fernando VII en 1833. La poesía del romántico exaltado está representada por la obra de José de Espronceda y la prosa, por la figura decisiva de Mariano José de Larra. Un romanticismo moderado encarnan José Zorrilla, poeta y dramaturgo, autor del Don Juan Tenorio; y el Duque de Rivas, que, sin embargo, escribió la obra teatral que mejor representa los temas y formas del romanticismo exaltado: Don Álvaro o la fuerza del sino.
Un Romanticismo tardío, más íntimo y poco inclinado por temas político-sociales, es el que aparece en la segunda mitad del siglo XIX, con la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, la gallega Rosalía de Castro, Alan Hardy y Augusto Ferrán, que experimentaron el influjo directo con la lírica germánica de Heinrich Heine y del folclore popular español, recopilado en cantares, soleás y otros moldes líricos, que se publicó en esta época.
Sin embargo, hay quienes sostienen que el Romanticismo poético en español tuvo manifestaciones pobres, y que obras más acordes con está sensibilidad se encuentran en las crónicas histórico-ficticias (Tradiciones) del peruano Ricardo Palma. Otros nombres a destacar son el cubano José María de Heredia.

Lugares de reunión. Los lugares donde se reunían los románticos eran muy diversos. Fuera de las redacciones de las revistas románticas, existían determinadas tertulias, como por ejemplo El Parnasillo en Madrid, o, en París, El Arsenal, del cual, si hemos de creer a Alphonse de Lamartine, «era la gloria Víctor Hugo y el encanto Charles Nodier» (Las Noches, de Alfred de Musset, precedida del estudio de dicho poeta por A. Lamartine. Madrid: Biblioteca Universal, 1898). En este cenáculo reuniánse entre otros Alfred de Musset, Alfred de Vigny, Boulanger, Deschamps, Emile y Antoine Sainte-Beuve, etc. También los rusos tuvieron su cenáculo: la Sociedad del Arzamas (La Revolución y la Novela en Rusia, por Emilia Pardo Bazán, Madrid, s. a., pág. 245).

Romanticismo musical. Franz Schubert comenzó en Alemania, partiendo de Beethoven y siendo seguido por Weber en 1786 y Félix Mendelssohn. Es un estilo musical imaginativo y novelesco. Este movimiento afectó a todas las artes y se desarrolló sobre todo en Francia y Alemania.
La estética del romanticismo se basa en el sentimiento y la emoción. En el romanticismo se piensa que la música pinta los sentimientos de una manera sobrehumana, que revela al hombre un reino desconocido que nada tiene que ver con el mundo de los sentimientos que le rodea.
El estilo romántico es el que desarrolla la música de programa y el cromatismo de una forma predominante. Se da a lo largo de todo el siglo XIX, aunque al principio del siglo XX se entra en el impresionismo.

De forma diferente a la Ilustración dieciochesca, que había destacado en los géneros didácticos, el Romanticismo sobresalió sobre todo en los géneros lírico y dramático; en este se crearon géneros nuevos como el melólogo o el drama romántico que mezcla prosa y verso y no respeta las unidades aristotélicas. Incluso el género didáctico pareció renovarse con la aparición del cuadro o artículo de costumbres. La atención al yo hace que empiecen a ponerse de moda las autobiografías, como las Memorias de ultratumba de François René de Chateaubriand. También surgió el género de la novela histórica y la novela gótica o de terror, así como la leyenda, y se prestó atención a géneros medievales como la balada y el romance. Empiezan a escribirse novelas de aventuras y folletines o novelas por entregas.

El espíritu romántico. El estilo vital de los autores románticos despreciaba el materialismo burgués y preconizaba el amor libre y el liberalismo en política, aunque hubo también un Romanticismo reaccionario, representado por Chateaubriand, que preconizaba la vuelta a los valores cristianos de la Edad Media. El idealismo extremo y exagerado que se buscaba en todo el Romanticismo encontraba con frecuencia un violento choque con la realidad miserable y materialista, lo que causaba con frecuencia que el romántico acabara con su propia vida mediante el suicidio. La mayoría de los románticos murieron jóvenes. Los románticos amaban la naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero y genuino.

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Este es el trabajo propuesto a los alumnos y al que doy respuesta. Juana Castillo

1.- ¿Quién es el narrador, un personaje o una voz? El narrador es un personaje, aunque puede decirse que es casi una voz, un taquígrafo que va tomando nota de todo lo que se habla en el gabinete de Dupin. Se sabe que es un personaje porque se presenta como amigo del investigador.
2.- ¿Se trata de un narrador en primera, segunda o tercera persona? Es un narrador en primera persona, por lo tanto su discurso es “deficiente” a la hora de contar lo que ocurre en su entorno: él no puede ver ni saber todo lo que les pasa a los otros personajes y, menos aún, llegar a saber lo que piensan y sienten. Es decir, conoce lo mismo que el lector.
3.- ¿Quién es el protagonista? El protagonista es Dupin.

4.- ¿Hay muchos personajes? Sí:
- Narrador, co-protagonista.
- C. Auguste Dupin, protagonista.
- Marie Roget, se la nombra al principio como “un caso de asesinato” en la rue de la Morgue. (Ella y Dupin son los únicos que aparecen con nombre y apellidos. Más tarde aparecen también así personajes reales a los que se les nombra en la ficción del relato).
- G…, prefecto de policía.
- “Alguien que ocupa un altísimo puesto” (tan alto que puede ser el mismo rey de Francia pues la carta robada fue sustraída del boudoir real). Pág. 2
- “Tercera persona que no nombraremos”, puede ser la esposa del anterior, o el esposo de quien escribió la carta. Pág. 3
- El ladrón = “el ministro D…”. Pág. 3
- “La persona robada”, cuyo parentesco, aunque implícito, la une a esa “tercera persona”. Pág. 3
- Sirvientes del ministro. Pág. 4
- Salteadores de caminos. Pág. 4
- Doctor Abernethy. Pág 7
- Un avaro que pregunta al doctor. Pág. 7
- Alumno aventajado. Pág. 8
- Contendiente del alumno aventajado. Pág. 8
- Hermano del ministro, el poeta. Pág. 9
- Personajes históricos que, por ser célebres, sí aparecen con nombre y apellidos: La Rochefoucauld, La Bruyère, Maquiavelo y Campanella, pág. 8; Chamfort, pág. 9 y Bryant, pág. 10.
- Familia S… (Armas ducales de la…). Pág. 13
- Multitud atemorizada: hombre armado, grupo de mujeres y niños. Pág. 13
- Señora autora de la carta, citada como “la persona robada” en la pág. 3. Pág. 14

4.- Aísla la(s) figura(s) retórica(s) que creas existen en el texto.
Comparación: “…había tanto de despreciable como de divertido”. Pág. 1
Paradoja: “…un poco demasiado sencillo”. Pág. 2
Onomatopeya: “¡Ja, ja! ¡Oh, oh!”, pág. 2; “puf..., podría usted..., puf, puf…”, pág. 7
5.- ¿Hay diálogo? Todo el texto es un puro diálogo. ¿Cómo es: directo, insertado en el texto? De los dos tipos. El directo es el que va acotado con guión de diálogo y el otro forma parte del texto y va, en este caso, entre comillas.
Ejemplos. Directo:
-Si se trata de algo que requiere reflexión -observó Dupin, absteniéndose de dar fuego a la mecha- será mejor examinarlo en la oscuridad.
-He aquí una de sus ideas raras -dijo el prefecto, para quien todo lo que excedía su comprensión era «raro», por lo cual vivía rodeado de una verdadera legión de «rarezas».
-Muy cierto -repuso Dupin, entregando una pipa a nuestro visitante y ofreciéndole un confortable asiento.
-¿Y cuál es la dificultad? -pregunté-. Espero que no sea otro asesinato.
Insertado en el texto:
-Exactamente -dijo Dupin-. Cuando pregunté al muchacho de qué manera lograba esa total identificación en la cual residían sus triunfos, me contestó: «Si quiero averiguar si alguien es inteligente, o estúpido, o bueno, o malo, y saber cuáles son sus pensamientos en ese momento, adapto lo más posible la expresión de mi cara a la de la suya, y luego espero hasta ver qué pensamientos o sentimientos surgen en mi mente o en mi corazón, coincidentes con la expresión de mi cara». Esta respuesta del colegial está en la base de toda la falsa profundidad atribuida a La Rochefoucauld, La Bruyére, Maquiavelo y Campanella.
6.- ¿Existe descripción del paisaje? No, todas las acciones suceden dentro de un espacio cerrado.
7.- ¿Se hace perceptible el paso del tiempo? Sí, se hace mención de ello: en pág. 4 se habla de los tres meses que han pasado desde el robo y durante los cuales el prefecto de la policía ha dedicado todas las noches a registrar la casa del ministro. En pág. 5 menciona que durante toda una semana, cada noche, la ha dedicado a un aposento de esa casa. En pág. 6 el narrador dice que un mes más tarde les visitó el prefecto. En pág. 12 es Dupin quien nos dice que una hermosa mañana fue a casa de D., y en pág. 13 nos vuelve a decir que “a la mañana siguiente volvió a casa de D…, en busca de la tabaquera”. En la pág. 14, al final de la historia, se menciona que todo este suceso, el tiempo en que el ministro tuvo en sus manos la carta robada, duró dieciocho meses.
8.- ¿A qué género dirías que pertenece: ciencia ficción, terror, policíaco, fantástico, de aventuras, amoroso, de misterio…? Van de la mano el género de misterio con el policiaco.
9.- ¿Cómo es el lenguaje? Al principio de los diálogos puede decirse que se trata de un lenguaje sencillo, pero cuando toma la palabra Dupin lo eleva hasta hacerlo insoportablemente culto ayudándose de citas en latín, en francés, comparando la lógica matemática con la lógica filosófica y gramatical, de ahí que el relato se convierta a partir de la pág. 6, más o menos, en algo casi incomprensible y, sobre todo, de difícil lectura porque hay que estar muy atento a lo que se dice. Por lo general suele ser una especie de truco de los escritores para poner de relieve el alto nivel de sus conocimientos.
10.- Sensaciones que te ha producido el relato, si te ha producido alguna.

Comentarios al relato. Sensaciones que ha producido su lectura:

Cristina ghiorghiu

1.- ¿Quién es el narrador, un personaje o una voz? Es un personaje, está escrita como si uno de los tres contertulios hablara.
2.- ¿Se trata de un narrador en primera, segunda o tercera persona? En primera persona.
3.- ¿Quién es el protagonista? ¿Hay muchos personajes? Para mí el protagonista es Dupin, pero hay más de un personaje: el narrador, Dupin, el policía, el ministro y la dama de la casa real. También se nombra al individuo que da el tiro para despistar.
4.- Aísla la(s) figura(s) retórica(s) que creas existen en el texto. Existen metáforas muy bonitas como: después de aspirar una profunda bocanada de su pipa de espuma de mar. Paradoja: el misterio es un poco demasiado sencillo. Oxímoron: la cosa es sencillísima y, sin embargo, nos deja perplejos.
5.- ¿Hay diálogo? ¿Cómo es: directo, insertado en el texto? Si existe diálogo, yo creo que directo, pero no sé muy bien la diferencia.
6.- ¿Existe descripción del paisaje? Existe una descripción del escenario en el que transcurren las disquisiciones.
7.- ¿Se hace perceptible el paso del tiempo? Sí. Se narra el hecho de que pasan unos meses.
8.- ¿A qué género dirías que pertenece: ciencia ficción, terror, policíaco, fantástico, de aventuras, amoroso, de misterio…? Yo diría que al de misterio-policíaco. Desde el principio se plantea la resolución de un enigma.
9.- ¿Cómo es el lenguaje? Es culto.
10.- Sensaciones que te ha producido el relato, si te ha producido alguna. El relato a mi me ha gustado, cuenta una historia, y pequeñas anécdotas o historias dentro de la misma, como la del niño y sus bolas, y la de la respuesta del médico al avaro. También es peculiar la forma que se narran los escondites, nos muestra la época en la que nos encontramos. Es un texto romántico, pues hace un especial hincapié en el discurso contra la razón matemática, pues no es algo con lo que pueda medirse lo subjetivo, como la moral. Los valores que se reflejan en él, como la defensa del honor, son valores que ahora no se contemplan como usuales. Me gusta como mantiene el misterio de los personajes, al no nombrar sus iniciales, como si fueran reconocibles. El ministro D, el prefecto G. Usa un tópico, el policía poco astuto, simple, nada brillante. Me encanta que el asesinato del que se habla al principio de la historia, suceda en la rue Morgue.
Las acciones también son extremas, exageradas, por ejemplo, para despistar a alguien se contrata a un tercero que pegue tiros en la calle. Esto es fruto de la época, ahora se haría una simple llamada de teléfono.
A mi me ha entretenido, y el análisis de las situaciones hecho por Dupin y el narrador, me recuerdan a los razonamientos de Sherlock Holmes y el Dr. J. H. Watson, que si bien son posteriores 1887, tienen un planteamiento muy parecido.

Pepi Núñez. Como todas las novelas de Allan Poe, nos mantiene atentos al relato, mientras estamos pendientes del desenlace de la historia. Tiene buenas dosis de intriga.

Nines de Andrés. En realidad a mi no me ha gustado mucho. Este autor tiene algunos relatos que están muy bien, pero este me parece demasiado pretencioso, y con una excesivisisisisisisisma retórica. Yo me he perdido algunas veces, y eso que el relato es corto, no entendía bien lo que explicaba porque a fuer de retórica y de ¡a saber lo que tenía “puesto” encima cuando lo escribió!, al final terminas por casi no comprender las explicaciones, se pierde, da vueltas una y otra vez, en fin, que me ha tenido un poco despistada y sí, me he enterado de la sustancia, pero ¡me ha costaooooo! Como he dicho al principio....que no, vaya, que no lo he disfrutado.

Isabel Fraile. Empecé la lectura de la Carta Robada con la expectativa de encontrarme ante un interesante relato. No ha sido así el cuento es entretenido pero, para mi no pasa de ahí. Tal vez esperaba la tensión que me produjo otro de sus cuentos, EL Pozo y El Péndulo. Después de haber "degustado" un delicioso plato como ese, la lectura de la Carta Robada queda rebajado a un mero entremés. Los personajes me parecen un poco pretenciosos, algo engoladosy también faltos de naturalidad. En este relato, Poe, me parece menos Él.

Juana Castillo. Se trata de un texto muy dual. Hasta la página seis es un puro diálogo, bastante ágil, de los llamados “diálogo de espadachines”: son rápidos y cortantes en algunos momentos, en otros las respuestas son más sesudas y elaboradas. Está cargado de ironía, al menos cada vez que Dupin o el narrador dan sus opiniones sobre el Prefecto.
El narrador, en primera persona, es un “YO” que casi parece que es el lector quien cuenta la historia: es deficiente, no conoce todo lo que ocurre a su alrededor. Sólo se dedica a escuchar y a transcribir lo que oye. Prácticamente no describe el entorno y, si lo hace, es con el menor número de palabras posible, las suficientes como para dar una ligera pincelada y situar al lector en el lugar en el que transcurre la acción. Una acción que es prácticamente nula, los personajes no se mueven, parecen estáticos, tan sólo hablan, intercambian ideas, pero no “pasean”, sólo fuman.
No existe descripción de los personajes, es el lector quien debe, poco más o menos, y a la vista de su forma de hablar, imaginárselos. Este narrador en primera persona es, como he dicho, un narrador deficiente: sabe lo mismo que el lector, es decir, poco, y tampoco parece que le importe demasiado si le saca de dudas con lo que cuenta, o le crea muchas más con todo lo que calla. Se permite, eso sí, de vez en cuando, hacer juicios de valor como en la pág. 1 cuando habla de Monsieur G..., el prefecto de policía: “Lo recibimos cordialmente, pues en aquel hombre había tanto de despreciable como de divertido, y llevábamos varios años sin verlo”. Este es un juicio de valor. Quien narra siente que este personaje es así pero, al no describirlo, el lector tiene que fiarse de sus palabras ya que no lo puede “ver” a través de la lectura y sacar sus propias conclusiones de cómo es en realidad. Para mí, por ejemplo, con esta frase “-¡Ja, ja! ¡Oh, oh! -reía el prefecto, divertido hasta más no poder-. Dupin, usted acabará por hacerme morir de risa”, y más que nada con esas onomatopeyas de la risa, me da la impresión de que se trata de un hombre de mediana edad, grueso, vamos, lo más parecido a un papá Noel y algo bobalicón si se tiene en cuenta al leer las explicaciones que da más adelante de la forma tan rocambolesca que tiene para dar con el paradero de la carta: inteligencia nula. Con esta onomatopeya de la pág. 7 parece que se trata de un hombre grueso: “-Pues..., puf..., podría usted..., puf, puf..., pedir consejo en este asunto..., puf, puf, puf... ¿Se acuerda de la historia que cuentan de Abernethy?”
En pág. 4 el prefecto de policía también hace un silogismo además de un juicio de valor cuando habla del ministro: “-No está completamente loco -dijo G...-, pero es un poeta, lo que en mi opinión viene a ser más o menos lo mismo”. El silogismo: los poetas son unos locos, el ministro es un poeta, luego el ministro es un loco.
Es un relato que se hace pesado a partir de la pág. 6, en el momento en el que Dupin empieza a dar su “clase magistral” de cómo ve él el asunto de la carta robada, hace alarde de sus conocimientos matemáticos, lógicos, filosóficos… Para llevarnos a un final que es de los llamados “en corte de manga”, termina el relato con un poema en francés que nos da, de paso, una pista de por qué Dupin tiene tanta inquina al ministro y por qué desea su caída. En la carta cambiada le pone estas palabras “…Un proyecto tan funesto, si no es digno de Atreo es digno de Tiestes*”. Estas dos figuras mitológicas, hermanos gemelos, hijos de Hipodamia y Pélope, se enfrentaron por el poder y a causa de la esposa del primero. Quizá por una causa semejante Dupin tiene un contencioso con el ministro.
Si os habéis fijado no se especifican los nombres de los personajes. Tan sólo el del protagonista y el de una tal Marie Rogét. El de ella se cita con nombre y apellido por tratarse de una persona muerta, protagonista de un caso misterioso de asesinato ocurrido tiempo atrás. Al resto de los personajes sólo se les nombra por las iniciales, se supone, que del apellido. Es una estrategia del autor para hacernos creer que el relato en cuestión tiene una base real, se trata de un suceso ocurrido no hace demasiado tiempo y cuyos personajes aún viven y pueden ser reconocidos fácilmente por los lectores. El mismo narrador también socapa su identidad, sólo dice ser amigo de C. Auguste Dupin, de quien da, incluso, la dirección de la casa.
Es posible que esta pareja de intelectuales, dos detectives fuera de lo corriente, en un ejercicio de intertextualidad, inspirasen a Sir Arthur Connan Doyle a la hora de crear su archiconocido personaje: Sherlock Holmes. Y, por supuesto, este narrador agazapado, sería en las novelas del inglés el entrañable doctor Watson.
En cuanto a mis impresiones personales: no es uno de los textos de Poe que más me agrade, ni me vuelva loca su lectura, pero como ejercicio de búsqueda creo que es uno de los mejores. Me divierte mucho la primera parte, los diálogos a tres voces y, sobre todo, las pesquisas del prefecto de policía. Las explicaciones de Dupin, tan académicas, tan engoladas, ciertamente me llegan a aburrir pero en el fondo me llama la atención la forma de mezclar la ciencia matemática con la lingüística, incluso con la filosofía. Al ser un relato bastante estático, pues hay poca acción en él, me da sensación de agobio, de asfixia, que quizá sea lo que buscaba el autor. Desde luego lo que no me produce es miedo, eso sí, me gustaría saber más de lo que cuenta la historia. De ahí que sea un buen relato para hacer un ejercicio conjunto de intertextualidad.

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Nota.- Los datos biográficos, época histórica, literatos, músicos, pintores, escultores, el Romanticismo han sido obtenidos a través de: Google, Wikipedia, Enciclopedia Larousse y Enciclopedia Encarta.

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